El presidente francés, que ya había justificado hace un año su oposición al acuerdo comercial con Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, se ha servido de un comité de expertos 'independientes' para dar la puntilla final a un pacto denostado por la mayoría de la población francesa, las organizaciones de agricultores, de ganaderos y, en especial, de los grupos ecologistas de distinto pelaje.
Emmanuel Macron, cuyo partido, La República en Marcha (LReM), se desangra en votos, en facciones, y se ha convertido en un productor de disidentes, ha visto cómo los ecologistas locales, en especial el grupo Europa Ecología Los Verdes (EELV), sube espectacularmente en apoyo popular en cada cita electoral y se perfila como el pivote primordial de la izquierda nacional.
Intereses políticos y presiones de productores avícolas, de carne bovina, y de agricultores no habían hecho especial mella en las intenciones de Macron durante sus primeros años de mandato. Macron se tenía como un propagandista del libre comercio y era un furibundo enemigo del neoproteccionismo del que acusaba a Donald Trump.
Bolsonaro como excusa
Hoy, tras dos decenios de negociaciones opacas y algo más de un año después de haber firmado un acuerdo que en su día el inquilino del Palacio del Elíseo calificó de "bueno", París cambia el discurso para prevenir la "ingenuidad librecambista" y lanza la alarma sobre la "deforestación importada", concepto que su equipo de asesores ha encontrado para convertir al presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, en la principal excusa para el cambio de actitud de Francia.
Los expertos franceses en señales de humo consideran hoy que los incendios siguen arrasando la reserva verde del planeta ante la pasividad del primer dirigente brasileño, y justifican así su cambio de actitud y el castigo. El grupo de expertos del gobierno de Macron asegura que la producción de carne bovina aumentará en los países del Mercosur en un 2 o 3%, lo que implicará, según sus previsiones, un aumento paralelo de un 5% de la deforestación en el área.
"Vuelve el viejo proteccionismo europeo"
Las reticencias francesas, sustentadas más bien en intereses internos —y menos en consideraciones científicas— se extienden por Europa. Austria, Países Bajos, Luxemburgo, Irlanda y Bélgica se alinean ahora con los argumentos de Macron. Alemania, uno de los países que con más ahínco defendía el pacto de Mercosur, hace públicas hoy "serias dudas" sobre lo acordado. La ola verde política y los nuevos tipos de protesta de grupos de productores afectados extienden el pavor entre los partidos tradicionales.
Desde América del Sur las cosas se ven de otro modo. El responsable brasileño de Relaciones Exteriores asegura que los gobiernos de Europa se escudan en cuestiones medioambientales y de sanidad, pero responden en realidad a la presión de sus lobis agrícolas. En Uruguay tampoco convencen los argumentos del cambio de actitud francés. Un editorial del diario El País lo denuncia como "una reminiscencia del viejo proteccionismo europeo".
Europa podría representar una alternativa a la presión comercial y política de Estados Unidos y China, enfrascados en una guerra particular. La Unión Europea quiere jugar ese papel según sus declaraciones, pero la realidad parece indicar lo contrario. El Acuerdo de Mercosur queda, de momento, en el limbo.