"En los últimos años las autoridades británicas ponían todo tipo de obstáculos a los diplomáticos rusos, era una guerra de visados y no lo puedo caracterizar de otro modo", dijo la portavoz de la institución, María Zajárova.
La funcionaria precisó que el Gobierno del país monárquico dilataba la prórroga de los visados para los diplomáticos rusos.
Subrayó que Moscú propuso en reiteradas ocasiones solucionar este problema.
"En cierto momento entendimos que todo esto se hacía deliberadamente (…) Se hacía todo para obstaculizar la labor de los empleados de la embajada en territorio británico", señaló.
El 14 de marzo, la primera ministra de Reino Unido, Theresa May, ordenó expulsar a 23 diplomáticos rusos como represalia por el supuesto envenenamiento de un exagente del servicio secreto británico MI6 en la ciudad de Salisbury, condado de Wiltshire.
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El exagente respondía al nombre de Serguéi Skripal, un coronel ruso reclutado por el MI6 en los años 1990.
Rusia negó toda implicación y ofreció realizar una investigación conjunta para esclarecer el caso.
El hombre y su hija de 33 años fueron hallados inconscientes en un parque cercano a un centro comercial.
Skripal había llegado a Reino Unido en 2010 después de que fuera canjeado junto con otros dos espías por un grupo de personas detenidas en Estados Unidas.
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Antes de ser canjeado el hombre pasó cuatro años en una cárcel cumpliendo una condena de 13 años por espionaje a favor del Reino Unido.
El presidente de la Cámara baja rusa, Viacheslav Volodin, responsabilizó del envenenamiento a las autoridades británicas.
El legislador recordó los casos de Alexandr Litvinenko y el magnate Borís Berezovski, otros dos rusos huidos que murieron en Reino Unido en circunstancias misteriosas.
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En el mismo condado en el que fueron envenenados Skripal y su hija se ubica uno de los laboratorios más secretos del Reino Unido en el que se desarrollaron agentes tóxicos durante la Guerra Fría.
