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"Es falso que con Biden el mundo será mejor"

© AP Photo / Carolyn KasterJoe Biden, presidente electo de Estados Unidos
Joe Biden, presidente electo de Estados Unidos - Sputnik Mundo
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"Nuestros mejores días aún están por venir". Ese fue el eslogan de campaña del Partido Demócrata para las elecciones presidenciales del 3 de noviembre de 2020. Pero, ¿mejores días para quién?, ¿cambiará en algo la política exterior estadounidense si los demócratas recuperan la Casa Blanca?

Por primera vez desde 1900 Estados Unidos registra un nivel tan alto de participación en unas elecciones. Aproximadamente un 67% de los estadounidenses convocados han participado en estos comicios presidenciales que enfrentan al ex vicepresidente Joe Biden y al actual mandatario, Donald Trump.

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"Nosotros estamos viendo la pelea de dos grupos de poder sin escrúpulos, cada uno con sus procedimientos y métodos, pero con una intención final, firme y manifiesta que es sostener lo que ellos llaman la nación indispensable a costa del sufrimiento de todos nosotros. Y esa es una realidad que no cambia ni con unos ni con otros, por eso decimos que hay que salir de esa zona de confort, hay que dejar la flojera mental porque es falso que con Biden el mundo será mejor, que Trump es un loco, desquiciado, que tiene principios de esquizofrenia y que psicológicamente no está capacitado para ejercer la presidencia de EEUU. Es una narrativa pura y dura para el consumo de las grandes masas ignorantes que son instrumentalizadas para un fin o para otro", asegura Gustavo Borges Revilla, analista político venezolano y director del portal Misión Verdad.

Hasta el momento no se sabe quién gobernará Estados Unidos durante los próximos cuatro años. El candidato demócrata, Joe Biden, indirectamente ya se da por ganador, mientras que el presidente Donald Trump también asegura haber ganado, denuncia fraude y adelantó que buscará en la Corte Suprema el recuento de votos en estados clave.

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"El objetivo de todo esto va a ser, o podría llegar a ser, presentar a la presidencia de Biden como un gobierno ilegítimo por una gran parte de la sociedad estadounidense. Eso va a traer dos efectos: primero una división interna, tensión, ya veremos hasta qué punto puede llegar a ser violenta; y segundo, que la propia tensión va a obligar al Partido Demócrata a irse hacia la derecha. También esa división puede tener una influencia en la proyección internacional de EEUU porque si hay un clima de enfrentamiento dentro de EEUU, ¿cómo va a afectar eso a la intervención exterior?, ¿va a estar más debilitada?, ¿va a ser más agresiva?, ¿qué va a pasar?", se pregunta el periodista español Rafael Poch de Feliu, quien fue durante varios años corresponsal del diario La Vanguardia en Rusia, China y Alemania.

Tanto Borges como Poch de Feliu consideran que la política exterior estadounidense no variará sustancialmente gane o pierda Biden. Aseguran que lo único que diferencia a los demócratas y a los republicanos son las formas, los métodos porque, en el fondo, ambos aspirantes saben que hay líneas rojas que no se pueden pisar, como la "línea militarista".

"Una cosa muy curiosa han sido las declaraciones de un alto ejecutivo de Boeing diciendo que no le importaba quién ganara en estas elecciones. Yo creo que el complejo militar industrial tiene bien claro que, gane quien gane, la línea militarista, que está estructuralmente incorporada a la economía norteamericana, va a continuar", agrega Poch de Feliu.

El historial

Si bien Biden ha sido presentado como un político comedido, con una amplia trayectoria política, que se enorgullece de sus orígenes modestos y que con paciencia debe enfrentarse a Donald Trump. Lo cierto es que muchos no olvidan el papel que jugó Biden cuando fue vicepresidente de Barack Obama entre 2009 y 2017.

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"En esa época se fundó la forma de intervenir países, de bombardear países con el sistema de drones, cómo vimos nosotros en aquella fallida oleada de supuestas buenas intenciones para liberar a Libia del dictador Muamar Gadafi, que terminó siendo un territorio fragmentado, dividido, en guerra civil, confrontado, donde no hay ley, donde no hay Gobierno y donde campea y se extienden por todo el territorio una serie de milicias que están confrontadas entre sí mismas y donde ahora mismo hay un mercado de esclavos a cielo abierto, literalmente, donde se compran y venden seres humanos", apunta Borges.

El golpe de Estado contra el presidente hondureño Manuel Zelaya, el apoyo a manifestantes en Ucrania, las guerras en Siria, Libia y la firma de un decreto que declaró a Venezuela como una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad de EEUU, son solo algunos ejemplos de las acciones de la Administración Obama-Biden.

"Ahí hay una manifestación exacta de lo que sería la política del Partido Demócrata. Hay una política bien definida, hay un diseño de intervención en los países a través de la doctrina de cambio de régimen, de la intervención de los países en función de los métodos y procedimientos de las revoluciones de colores, que nosotros vimos sucesivamente en los años en los que gobernaban los demócratas", sostiene Borges Revilla.

"El inicio de la guerra en Siria se pensó, diseñó y ejecutó en la gestión Obama-Biden, aquel escándalo de espionaje de la NSA a países como Brasil, el espionaje a la presidenta Dilma Rousseff, a la misma canciller Angela Merkel, la profundización de las tácticas y procedimientos de la guerra híbrida también fueron una obra del período del Gobierno demócrata Obama-Biden, la destrucción desmedida, vergonzosa e inhumana de Yemen orquestada por Arabia Saudita en coordinación con el Gobierno Obama-Biden. Es decir, tenemos una cantidad de elementos para analizar, entender o adelantarnos a escenarios de lo que sería una gestión del Partido Demócrata en el poder", apunta Borges Revilla.

¿Qué esperar?

Por todo este historial de los demócratas, son muchos los que dentro y fuera de América Latina se muestran escépticos de un posible cambio en la política exterior estadounidense.

"En América Latina no podemos esperar otra cosa sino agresiones, intentos de dominación, explotación, maltrato, asfixias, cerco y, ahora, con una nueva etapa de profundización del bloqueo no solo a Venezuela, sino a Cuba y, muy probablemente, ahora a Nicaragua y a Bolivia", alerta Borges Revilla.

Sobre China, Poch de Feliu tampoco cree que variará la política estadounidense. Asegura que la tensión con el gigante asiático "va a quedar exactamente igual, es decir, con una enorme virulencia".

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"Eso está clarísimo que se va a mantener igual. Es decir, estamos entrando en la dinámica de tensión, de guerra tecnológica, de provocación militar, de un juego sucio inusitado en lo económico, en la detención de la ejecutiva de Huawei. En los últimos años en EEUU se han dado cuenta que China simplemente ha crecido como potencia, ha crecido demasiado y que en los ámbitos tecnológicos ya está planteando unos desafíos insuperables y, a partir de aquí, la única receta que tienen, porque no tienen una estrategia para el futuro, es una reacción de fuerza, mostrar su músculo militar. En eso es en lo que estamos ahora", explica Poch de Feliu.

"Porque quien está definiendo y va a definir el futuro de esta confrontación es la capacidad que tenga China de establecer nuevas alianzas, no solo en África, no solo en el eje asiático o en el este de Europa, sino en todo el continente europeo y, en una medida, un poco menos dramática, en América Latina. Y ahí podemos entrar en el análisis de ¿por qué Venezuela? porque Venezuela fue el país que inauguró la nueva zona de influencia de China en función de relaciones de beneficio mutuo y, a partir de ahí, se abrieron nuevas perspectivas de asociación de otros países que, probablemente son antagónicos a nuestra postura de principios, por no decir ideológica, pero que de alguna manera ya están consolidando su relación comercial con China y en menor medida con Rusia", agrega Borges Revilla.

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¿Y qué pasará con Rusia? Se preguntan algunos. Poch de Feliu no es muy optimista y prevé que la llegada de los demócratas podría significar una mayor beligerancia contra Rusia.

"La agresividad hacia Rusia puede incrementarse un poco más. Lo hemos visto todos estos años con la leyenda de la intervención electoral de Rusia en la campaña, la inquina de Hillary Clinton. Todo ese capítulo es bastante ridículo teniendo en cuenta lo que es la intervención extranjera en EEUU, empezando por Israel, continuando con las monarquías del Golfo, Arabia Saudita en primer lugar. En esa línea, pues Rusia está muy por detrás y si ha tenido alguna influencia, porque todos los países influyen, todas las potencias influyen o quieren influir en las elecciones del adversario, la rusa ha sido pequeña, pero ha sido demonizada con una campaña de tipo macartista y ridícula si se tiene en cuenta lo que ha sido la injerencia de EEUU en la política rusa desde los años 90 hasta el día de hoy: financiando propaganda, promocionando candidatos, recordemos los créditos millonarios del FMI a Yeltsin, recordemos cómo muchos decretos de privatización se redactaban en la Casa Blanca, cosas que no tienen parangón ni ningún paralelismo con lo que pueda haber hecho Rusia", sostiene Poch de Feliu.

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