Se evaluó el desarrollo del cáncer de mama y de próstata dependiendo de los estilos de vida y cronotipo —preferencia por llevar una mayor actividad de noche o de día— de los sujetos.
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Para encontrar las correspondientes correlaciones se estudiaron los casos de un total de 4.019 sujetos, que incluyeron a los enfermos con cáncer y casos control. Los sujetos fueron entrevistados sobre sus horas de comer, dormir y su cronotipo. También se evaluaron otros aspectos relacionados con sus dietas y al cáncer.
En consecuencia, se determinó que tomarse un intervalo de al menos dos horas, entre la cena y el sueño, reduce el riesgo de padecer cáncer de mama en un 16%, y en un 26% en el caso del de próstata.
Es más, los investigadores apuntan a los beneficios de combinar un mayor intervalo comida-sueño con las recomendaciones para la prevención de esta enfermedad, lo cual reduce el riesgo de padecerla por un 35%.
Sobresale así la importancia de llevar un ritmo de vida diurno, puesto que en combinación con un mayor intervalo comida-sueño la probabilidad de tener cáncer disminuye en un 34%.
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