En las últimas 24 horas se detectaron 3.045 nuevos positivos y 567 personas se sumaron a la lista de fallecidos. Pese a que estas cifras engordan un balance catastrófico, cuando se comparan con las estadísticas de semanas anteriores se evidencia una clara ralentización de la enfermedad.
Lo mismo ocurre con los fallecimientos, donde España está pagando una factura extremadamente dolorosa. Es el país del mundo con más muertos por COVID-19 en relación al número de habitantes —381 por millón— y desde el pasado 23 de marzo la cifra diaria de decesos no baja de 500 personas.
Sin embargo, en este apartado también hay síntomas claros de ralentización.
El pico de fallecimientos fue el 2 de abril con 950 bajas. Desde entonces, salvo pequeños repuntes que dejan una gráfica con dientes de sierra, la tendencia es claramente descendente: los 567 decesos notificados este martes, 14 de abril reflejan un descenso de muertes del 40% respecto a la jornada del pico.
Otros datos son todavía más elocuentes. En los días anteriores a la declaración del estado de alarma el crecimiento de los contagios era de un 38% de media, mientras que el 14 de abril fue del 1,7.
En esa comparecencia, Simón constató que "los datos son buenos", pero hizo un llamamiento a la cautela ante el hecho de que acaba de terminar la Semana Santa, por lo que "estamos ante un periodo peculiar con varios días festivos" que puede provocar retrasos en la notificación de los casos.
"Hemos doblegado la curva", señaló en una comparecencia posterior el ministro de Sanidad, Salvador Illa, en un tonto más contundente.
El confinamiento funciona
Esta ralentización de la enfermedad refleja que las medidas de confinamiento adoptadas desde el 14 de marzo –e intensificadas durante las últimas dos semanas, aunque este lunes algunos sectores no esenciales volvieron al trabajo– surtieron efecto.
"Estamos viendo cómo la curva epidémica desciende en los últimos días y el incremento diario de casos es cada vez más pequeño. Claramente, el confinamiento está sirviendo", señala en declaraciones a Sputnik la investigadora Silvia Carlos, del departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Navarra, donde centra su actividad docente en la epidemiología.
Uno de los principales síntomas de que España superó los momentos más duros de lo que va de pandemia lo muestran, por ejemplo, que los hospitales de Madrid —el territorio más afectado— ya se están preparando para retornar a la actividad normal tras semanas dedicados casi en exclusiva al coronavirus.
En lo referente a esa progresiva recuperación de la actividad habitual en hospitales, Silvia Carlos recuerda que "además, aparte del covid por supuesto que hay otras enfermedades que no se pueden dejar de atender".
Para afrontar esa etapa de normalización esta experta destaca que "es fundamental dotar de medios de prevención a los sanitarios" para ahuyentar el fantasma de rebrotes con focos de contagio en centros médicos, donde habitualmente se concentran sectores de población especialmente vulnerables.
Desescalado
Además de la adaptación del sistema sanitario al nuevo escenario, la ralentización de la enfermedad abrió ya debates en España sobre los horizontes de relajación de confinamiento.
Desde el Ejecutivo mantienen que ya se encuentran diseñando los planes de desescalada del confinamiento, pero insisten en la necesidad de mantener este tipo de medidas para aplacar la crisis.
El propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, no descartó en su última comparecencia parlamentaria pedir una tercera prórroga del estado de alarma para el mes de mayo.
Pese a la progresión positiva de las últimas semanas todavía no se alcanzaron hitos como registrar un mayor número de altas hospitalarias que de nuevos contagios por día, algo que estuvo muy cerca de producirse por primera vez este 14 de abril.
Es decir, los datos muestran que España está consiguiendo frenar la enfermedad de forma efectiva pero lenta, por lo que el horizonte del desescalado se antoja aún precipitado si se quiere afianzar lo conseguido hasta ahora.
