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Bolivia es el cuarto mayor talador mundial de bosques, sobre todo de su Amazonía

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Los incendios forestales de 2019 y 2020, sumado al crecimiento de la frontera agrícola, hicieron que el Estado Plurinacional ascienda del sexto al cuarto puesto del mundo. Consultados por Sputnik, especialistas en el tema reclamaron medidas de protección al Gobierno nacional.
Los grandes incendios que afectaron al oriente en 2019 y 2020 ayudaron a posicionar a Bolivia como el cuarto país del mundo que tala más hectáreas de árboles per cápita. Este factor, junto al crecimiento de la frontera agrícola, pinta un panorama sombrío para comunidades indígenas que se ven obligadas a mudarse a las ciudades ante la carbonización de los recursos del bosque, de donde obtenían sustento.
Actualmente, Bolivia cuenta con 11,5 millones de habitantes. Según Global Forest Watch, una organización de la sociedad civil, en 2020 el Estado Plurinacional perdió 430.000 hectáreas de bosque, fundamentalmente en su región amazónica.
Según este informe, desde 2001 a 2020 Bolivia perdió 6,11 millones de hectáreas de cobertura arbórea, lo cual representa el 9,5% del total.
"Es preocupante, más aún cuando vemos que en la COP 26 han firmado un acuerdo para evitar la deforestación y Bolivia es uno de los países que no firma", dijo a Sputnik el reconocido biólogo Vincent Vos, quien conoce exhaustivamente a la Amazonía boliviana.
Bolivia escaló del sexto al cuarto puesto en el ranking de los mayores taladores mundiales. Este ascenso se debió en parte a los incendios de 2019, cuando se quemaron 1,5 millones de hectáreas de bosque; y en 2020, cuando se consumieron 600.000 hectáreas.
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"El nuevo plan de desarrollo económico social sigue hablando de ampliar la frontera agropecuaria, que es la causa directa de todos los desastres ambientales que hemos visto", consideró Vos.

Y agregó: "Hay una serie de problemas muy fuertes, que además de la deforestación implican pérdida de la biodiversidad".

Según Vos, talar bosques para introducir cultivos "es un tema que preocupa desde todo punto de vista, porque ni económicamente ni socialmente es una política acertada, aunque algunos actores lo presenten como un modelo exitoso".
En este aspecto, el biólogo detalló que "cuando vemos los índices de desarrollo, no son buenos en las zonas de frontera agropecuaria. Hay muchos problemas sociales, también de migración de la población local, que huye de estas zonas".
En sus territorios, las familias indígenas no necesitan dinero para vivir. Cazan, pescan, recolectan otros alimentos del bosque y tienen sus campos de cultivo para obtener otras variedades de verduras. Pero cuando migran a las ciudades no tienen opciones de sostenimiento económico.
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Así "terminan en los anillos de pobreza de la ciudad de Santa Cruz, por ejemplo, porque en sus territorios ya no pueden vivir de sus actividades tradicionales, como la caza, la pesca y el aprovechamiento de recursos forestales", afirmó Vos, quien nació en Holanda y desde hace dos décadas vive en Riberalta, departamento amazónico de Beni, donde formó su familia.
Las falencias para evitar la deforestación en el oriente no se observan solamente en el Gobierno nacional. "Si uno analiza los demás niveles de gobierno, como el departamental y el municipal, nadie realmente aplica los PTDI (Planes Territoriales de Desarrollo Integral Para Vivir Bien). Entonces creo que es una responsabilidad compartida, porque estamos fallando como sociedad boliviana", evaluó Vos.

Un cóctel de agroindustria y cambio climático

Rodrigo Meruvia es ingeniero ambiental y coordinador de la Fundación Gaia Pacha. Consideró que la situación en cuanto a deforestación en Bolivia "es lamentable, pero también es congruente con lo que ha pasado en 2019 y 2020.
Este 2021 no ha sido la excepción, con incendios provocados por políticas que fomentan la agroindustria. Por otro lado está el cambio climático, porque tenemos temporadas secas mucho más extensas", dijo a Sputnik.
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Para Meruvia, "la falta de educación y de sensibilización" en la población también contribuye a la afectación de los ecosistemas.
El poder desmedido de la agroindustria dificulta la protección de los bosques. "Es uno de los sectores principales de las tierras bajas, pues tienen una actividad fuerte, también con movimiento económico fuerte", dijo Meruvia.
Por ello, evidenció que "hay cierta inacción por parte de autoridades de niveles departamental y municipal, las cuales no permiten una acción efectiva para frenar los incendios forestales".
Gaia Pacha trabaja desde hace 15 años en la restauración de bosques y ecosistemas de Bolivia. Además desarrolla un trabajo investigativo e informativo para evitar que se produzcan incendios y talas descontroladas.
En estos años de trabajo, Meruvia observó que "hemos tenido un cambio cada vez más desalentador en bosques y áreas protegidas".
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Para él, muchas áreas territoriales debieran protegerse, pero lo imposibilitan intereses agroindustriales y también inmobiliarios, que se manifiestan en el crecimiento de la mancha urbana en todas las ciudades del país.
"Existe una presión constante sobre los ecosistemas. Sumado a ello, también afecta el cambio climático, la falta de lluvias, lo cual vuelve a los ecosistemas más vulnerables", contó Meruvia. En estos territorios, los incendios forestales están a la orden del día.

Faltan políticas climáticas

Para Vos, "no hay una política climática". Afirmó que llegará financiamiento del exterior para proteger el medio ambiente, pero a ese dinero "lo va a manejar el BID (Banco Interamericano de Desarrollo) con empresarios ni siquiera bolivianos, sino internacionales nomás".

"Ahí es donde siempre fallan los intereses ambientales y sociales. Siempre se impone el modelo capitalista-extractivista. Si la política climática tiene ese mismo enfoque, vamos a quedar peor que antes todavía", aseguró el biólogo.

Vos explicó que en la Amazonía boliviana hay diferentes grados de afectación. Según la Constitución, este territorio comprende solamente al departamento de Pando y a las provincias de Ballivián y Vaca Díez, en Beni; e Iturralde, en el norte de La Paz.
Para el biólogo, en esa zona la deforestación "es aún relativamente baja. Cobija [capital de Pando] preocupa, porque ya ha entrado muy fuerte la ganadería de modelo brasileño. Hay zonas degradadas, pero en términos generales todavía hay bastante bosque".
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Sin embargo, "el ingenio azucarero que han hecho en San Buenaventura, en el norte de La Paz; los arrozales en el sur de Beni, la ganadería en la Chiquitanía (Santa Cruz) pertenecen a la cuenca amazónica. Si lo vemos en esta escala, la cosa es mucho más preocupante".
En estas regiones, "aunque los bosques están en pie, hay una tasa de degradación preocupante, porque han sacado madera, han abierto caminos, la gente hace su chaquito [campo de cultivo], además entran los ganaderos". Como corolario, se producen incendios.
"Hay tendencias muy preocupantes, aunque tal vez en los números aún no se refleja", interpretó Vos.
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