Según contó Anatoli Usichenko, las explosiones del 5 de agosto causaron "un pitido en los oídos" que permaneció durante mucho tiempo.
"Fue un horror, la onda [expansiva] me pegó a la pared, como si fuera un imán", recordó.
Al oír las primeras explosiones, Usichenko recogió sus papeles y salió de la casa.
"Los proyectiles están estallando, corro y veo una bodega subterránea cerca de una casa quemada, entonces salté adentro y me quedé allí hasta la mañana siguiente", evocó.
Durante la segunda evacuación, tras las explosiones del 9 de agosto, junto con su vecino, caminó hasta la ciudad de Áchinsk (unos 10 kilómetros), y después los dos hombres fueron trasladados en un autobús especial al centro de alojamiento temporal.
Mientras para Liubov Matvéeva, otra habitante de la aldea, la segunda serie de explosiones fue peor.
"Llovía muchísimo y de repente algo tronó tanto que sacudió la vivienda entera, salí y volvió a tronar, entonces me caí de codos y seguí arrastrándome por la hierba, por el fango [...] me encontraron los militares", relató Matvéeva los primeros momentos del incidente.
Uno de los proyectiles, señaló, alcanzó su piso en la quinta planta y rompió la pared entre su apartamento y el vecino.
"Ahora tenemos un apartamento grande", ironizó la mujer.
Las autoridades establecieron en aquella ocasión una zona de exclusión de 20 kilómetros a la redonda y evacuaron a más de 16.000 personas.
El 9 de agosto, el impacto de un rayo provocó nuevas detonaciones en el recinto ya que en el primer incidente se rompió el pararrayos. La causa del primer incendio aún no está clara.
Los dos incidentes se saldaron con un muerto y 32 heridos.