La fórmula del Banco de Inglaterra es tan conocida, como probadamente estéril: bajar las tasas de interés del 0,5% a un histórico 0,25%, darle a la maquinita para imprimir 170.000 millones de libras, y comprar deuda soberana y corporativa.
El profesor de Economía Política de la Universidad del País Vasco, Joaquín Arriola, explica que estas políticas buscan animar la demanda externa y la inversión: si la financiación de los bancos es más barata, el crédito debería facilitar el consumo de bienes duraderos y sobre todo la inversión productiva. Pero como ya ha quedado demostrado en los casos de la UE, de EEUU, o del propio Reino Unido cuando en 2009 bajó sus tasas al 0,5%, estas medidas no darán resultados.
No es una cuestión específica vinculada al Brexit, pues lo que se ha comprobado durante los últimos años es que la política monetaria por sí sola es incapaz de reactivar la economía, indica Arriola. Y es que, en su opinión, los problemas económicos son estructurales, y la política de bajar las tasas de interés puede ayudar un poco, pero no resuelve los problemas de fondo, que son de productividad, de desigualdad en la distribución del ingreso, y otro tipo de problemas estructurales que requieren otro tipo de intervenciones.
No obstante, Arriola afirma que las economías británica y europea van a seguir fuertemente ligadas. La política que está siguiendo el Banco de Inglaterra de reducir drásticamente las tasas de interés a mayor velocidad que el BCE y la decisión de comprar directamente deuda del Gobierno, provocará un debilitamiento de la libra frente al euro.
En otras palabras, interpreta el economista, la posición comercial exportadora de Gran Bretaña se verá reforzada frente a sus socios comerciales de la Unión Europea. Esto probablemente se traducirá a corto plazo en una mejoría del déficit que tiene el Reino Unido con el bloque en términos comerciales, pero no dará lugar a ningún tipo de guerra comercial, concluye Joaquín Arriola.