"Hay un número creciente de personas en los círculos de la política exterior de EEUU que creen que la fuerza es la única opción para aliviar la amenaza de Pyongyang", afirma DePetris citando el ejemplo del senador Lindsey Graham.
En diciembre pasado, Graham mencionó su intención de debatir ante el Congreso estadounidense la autorización preliminar para el uso de fuerza militar, con el objetivo de prevenir la creación de un misil capaz de alcanzar a EEUU.
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Pero los líderes republicanos, así como los demócratas en el Senado, deberían "hacer todo lo posible para frenar esta iniciativa", advierte el analista, ya que un ataque preventivo contra Corea del Norte "llevará a una guerra contra el millonario Ejército norcoreano en vez de intimidar a Kim Jong-un".
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Sin mencionar Seúl, ciudad de unos 10 millones de habitantes situada en el radio de alcance de ciertos sistemas de artillería norcoreanos.
"Esperar que Kim Jong-un se abstenga de un contrataque va en contra de todo lo que se sabe de su postura en los últimos cinco años", asegura DePetris.
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Los intentos de negociación anteriores carecían de contenido real, y la política de "paciencia estratégica" de los ocho años del mandato de Barack Obama resultó en que Washington "no ha hecho nada esperando que el problema se desvanezca por sí mismo", lamenta el analista.
Así, si el presidente electo de EEUU, Donald Trump, opta por hablar con Kim y negociar la paz entre las Coreas, sería una variante mucho mejor que una guerra preventiva que arriesgaría miles de vidas y una ciudad entera, concluye el autor.