Según los relatos de los testigos, todo ocurrió a plena luz del día. En el cielo sobre Moscú apareció el Junkers Ju 52 que aterrizó en uno de los aeródromos centrales de la capital soviética.
Al principio, no se informó sobre la incursión porque se creyó que se trataba de un Li-2, una copia soviética del DC-3.
Los siguientes en avistar el avión alemán fueron los efectivos del aeródromo de Belostok, pero no pudieron contactar con las unidades de defensa aérea.
Ello se debió al hecho de que las líneas de comunicación con las Fuerzas de Defensa Aérea se suspendieron por razones técnicas una semana antes. Otra razón de lo ocurrido fue la baja guardia de los militares generada por las constantes violaciones del espacio aéreo de la URSS por parte de Alemania.
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Así, entre octubre de 1939 y mayo de 1941 se registraron más de 500 incursiones, y los militares no tenían autorización para derribar las aeronaves alemanas.
En cuanto al propio Junkers Ju 52 que aterrizó en Moscú el 15 de mayo, la aeronave se devolvió a Berlín y se presentó la correspondiente nota de protesta en junio del mismo año.
A día de hoy se desconoce la causa real por la cual se efectuó este osado vuelo y cuál era el objetivo. Una de las versiones populares afirma que el avión se usó para entregar una carta personal de Hitler a Stalin.
Pero esta versión no ha sido corroborada de ninguna manera. Según otra versión, los alemanes simplemente estaban poniendo a prueba la defensa aérea de la URSS para encontrar las vulnerabilidades y usarlas al atacar al país euroasiático.
Sin embargo, ninguna de las versiones ha encontrado una confirmación definitiva, y este incidente sigue siendo uno de los misterios de la historia de la aviación.
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