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Entre danzón y oficios: el alebrije discreto de un taller en el norte de la CDMX | Fotos
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La curiosidad llevó a Hiram Luquín al trabajo artesano de convertir los sueños, pesadillas y asombros en animales del color y el papel maché: los famosos... 14.05.2022, Sputnik Mundo
2022-05-14T14:46+0000
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Fue en Coyoacán, en 1999, cuando decidió instruirse en el arte del esqueleto de alambre y las colas de dragón que caracterizan a estas criaturas, inventadas en la Ciudad de México por Pedro Linares, luego de quedar asombrado por sus figuras desafiantes."Empecé por curiosidad principalmente porque los llegué a ver alguna vez en un concierto, creo que de La Castañeda, vi ahí los monstruos de papel que ponían en el concierto y me impresionó un buen", explica.Como Linares, Luquín reconoce en entrevista con Sputnik que los sueños son uno de los elementos que más acompañan su elaboración de estos animales imaginarios."Un alebrije es como un compa o buen amigo, he creído a veces que pudieran estar vivos, que pudieran estar por ahí, no sé, en un cable o ahí en tu ventana, que los pudieras ver, pero no creo que estuviéramos preparados para eso, es una fantasía prácticamente poder tener a alguien ahí como un amigo o una mascota, alguien que pudiera cuidarte inclusive, desde otra perspectiva, desde los sueños que es de donde más los ubico", apunta."Los alebrijes me han dado prácticamente lo que soy y lo que tengo en conocimiento y en conocer personas también", sintetiza.Tallerista que divulga el conocimiento adquirido, parte de que con los alebrijes el artista no se puede ceñir a modelos cerrados, a prefiguraciones inflexibles: al contrario, uno de los principales desafíos y oportunidades de esta disciplina es variar en formas y atributos.A las criaturas a veces las revisten las alas, a veces los torsos humanos, a veces las escamas, los hocicos puntiagudos, las garras que, pese al vuelo, las ciñen a la tierra.Ahora mismo, platica, elabora una piraña que es al mismo tiempo un ojo: las formas se cruzan y se complementan."Si es reptil, si es mamífero, si es ave, si es todo", apunta.Luquín desarrolla su oficio en una habitación de su domicilio en la alcaldía Gustavo A. Madero, en el norte de la Ciudad de México. Aerosoles conviven con tornillos, un machete, agua, fécula de maíz, trozos de cartón, papel periódico, papel kraft, engrudo, alambres de distintos calibres, y algunas figuras asoman.En su pequeño estudio lo acompañan una catrina de vestido rosado, una calavera naranja con motivos albañiles, un dragón de cejas pobladas, un rostro que recuerda a los días de la peste negra en Europa, una especie de lagartija indiscernible con ramificaciones coloridas en el lomo, humanoides y máscaras descansando a medio proyecto, tal vez en busca de integrarse a cuerpos mayores.El artesano explica que lo mismo elabora piezas pequeñas que alebrijes monumentales. En las pequeñas es mayor el margen de error y la capacidad de producir, mientras que en las criaturas grandes, que suelen sobrepasar los dos metros de altura, es necesario diseñar cada paso y garantizar un esqueleto de alambre fuerte para evitar desplomes.Tras años de práctica, estima que necesita tres meses para elaborar un alebrije monumental, y aprovecha para contar una anécdota. En una ocasión, tras elaborar una criatura de cuatro metros, fue trasladado en un tráiler a la alcaldía Gustavo A. Madero, donde hay muchos cables de baja altura, dice.La falta de planeación hizo que el alebrije se atorara con uno de los cables y se doblara a la mitad. De todos modos fue expuesto en la plaza pública, donde la percepción anónima resignificó la fractura: escribió en su rostro: "¡Por borracho!". No estaba muerto, sólo andaba de parranda.Luquín experimenta el arte de manera compuesta, pues no sólo elabora y enseña a elaborar alebrijes, sino que también hace música, canta en las taquerías y los camiones por una moneda, en su taller, además de engrudo y papel, hay una batería, un bajo eléctrico, dos guitarras y unos bongós.Ahora trabaja como músico con bailarines de danzón en talleres para la comunidad, además de dedicarse a oficios de mantenimiento para sobrevivir.Así, para él todos los días son oportunidades para el intercambio artístico y solidario, y el arte es una fuerza consustancial a su vida."Si pasa y es más cercano a toda la gente creo que sí hay por ahí un cambio, un pequeño chip que hace la diferencia", estima.Una polémica de origen: ¿Oaxaca o Ciudad de México?La familia Linares, herederos de Pedro Linares, no sólo sigue cultivando el arte del alebrije, sino que expresa una inconformidad: considera que espacios como el Museo de Arte Popular o el desfile de alebrijes en la Ciudad de México han ido invisibilizando la relevancia del inventor de estas criaturas.Además, acusan directamente que la tradición oaxaqueña de elaborar estos monstruos ha hecho olvidar que el alebrije nació como la alucinación de una enfermedad de Linares padecida en la Ciudad de México.Ante esta polémica, Hiram Luquín ostenta una posición más conciliadora y opina que la diferencia más sustancial entre el alebrije citadino o el oaxaqueño son los materiales, mientras que los hermanan sus corrientes imaginativas.Por su riqueza natural, en Oaxaca es común hacer alebrijes en madera, explica, mientras que en la Ciudad de México se recurre al cartón, el papel periódico y, sobre todo, la estética del reciclaje: hacer con los objetos encontrados en la calle una oportunidad para las alas de murciélago.Además, el artesano recomienda a colegas alebrijeros en Ecatepec e Ixtapaluca, ambos municipios del Estado de México, donde el deseo de hacer arte los ha llevado incluso a ocupar terrenos abandonados para desarrollar casas de cultura y erguir estas criaturas, que se han convertido en íconos culturales de la múltiple identidad artística mexicana.A pesar de los años que lleva en el oficio, Luquín reconoce que su producción es accidentada y depende de los vaivenes de la oportunidad laboral. Trabaja piezas por encargo, en ocasión hizo tres para entregarlos como premios en una premiación, el ojo piraña que elabora acompañará un acuario.Y espera integrarse al desfile de alebrijes de la Ciudad de México en este 2022, tras la pausa que impuso en estas criaturas la pandemia.Más que solventes para la pintura, explica que algunas de sus herramientas esenciales en la artesanía son otra clase de alcoholes: el pulque, la cerveza, el mezcal.
https://latamnews.lat/20210629/el-mexicano-que-creo-los-alebrijes-es-homenajeado-por-google--1113630505.html
https://latamnews.lat/20190325/que-son-los-alebrijes-mexico-cultura-1086300090.html
https://latamnews.lat/20220227/horribles-y-leprosos-el-verdadero-origen-de-los-alebrijes-es-una-pesadilla-1122096132.html
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Entre danzón y oficios: el alebrije discreto de un taller en el norte de la CDMX | Fotos
14:46 GMT 14.05.2022 (actualizado: 17:06 GMT 16.05.2022) Samuel Cortés Hamdan
Corresponsal en México
La curiosidad llevó a Hiram Luquín al trabajo artesano de convertir los sueños, pesadillas y asombros en animales del color y el papel maché: los famosos alebrijes mexicanos.
Fue en Coyoacán, en 1999, cuando decidió instruirse en el arte del esqueleto de alambre y las colas de dragón que caracterizan a estas criaturas, inventadas en la Ciudad de México por Pedro Linares, luego de quedar asombrado por sus figuras desafiantes.
"Empecé por curiosidad principalmente porque los llegué a ver alguna vez en un concierto, creo que de La Castañeda, vi ahí los monstruos de papel que ponían en el concierto y me impresionó un buen", explica.
"Los fui a buscar, quería tener uno pero no me alcanzó el dinero, entonces lo que hice fue aprender cómo hacerlos, había un taller ahí en
Coyoacán", una okupa con talleres de vitrales y otras disciplinas donde también figuraban estos seres multicolor.
Como Linares, Luquín reconoce en entrevista con Sputnik que los sueños son uno de los elementos que más acompañan su elaboración de estos animales imaginarios.
"Un alebrije es como un compa o buen amigo, he creído a veces que pudieran estar vivos, que pudieran estar por ahí, no sé, en un cable o ahí en tu ventana, que los pudieras ver, pero no creo que estuviéramos preparados para eso, es una fantasía prácticamente poder tener a alguien ahí como un amigo o una mascota, alguien que pudiera cuidarte inclusive, desde otra perspectiva, desde los sueños que es de donde más los ubico", apunta.
29 de junio 2021, 13:33 GMT
"Los alebrijes me han dado prácticamente lo que soy y lo que tengo en conocimiento y en conocer personas también", sintetiza.
Tallerista que divulga el conocimiento adquirido, parte de que con los alebrijes el artista no se puede ceñir a modelos cerrados, a prefiguraciones inflexibles: al contrario, uno de los principales desafíos y oportunidades de esta disciplina es variar en formas y atributos.
"Es muy fácil con los niños trabajar porque de ellos brota la imaginación de cualquier cosa y componen, van formando cosas con lo que ellos tienen", ejemplifica.
A las criaturas a veces las revisten las alas, a veces los torsos humanos, a veces las escamas, los hocicos puntiagudos, las garras que, pese al vuelo, las ciñen a la tierra.
Ahora mismo, platica, elabora una piraña que es al mismo tiempo un ojo: las formas se cruzan y se complementan.
"Si es reptil, si es mamífero, si es ave, si es todo", apunta.
Luquín desarrolla su oficio en una habitación de su domicilio en la alcaldía Gustavo A. Madero, en el norte de la Ciudad de México. Aerosoles conviven con tornillos, un machete, agua, fécula de maíz, trozos de cartón, papel periódico, papel kraft, engrudo, alambres de distintos calibres, y algunas figuras asoman.
En su pequeño estudio lo acompañan una catrina de vestido rosado, una calavera naranja con motivos albañiles, un dragón de cejas pobladas, un rostro que recuerda a los días de la peste negra en Europa, una especie de lagartija indiscernible con ramificaciones coloridas en el lomo, humanoides y máscaras descansando a medio proyecto, tal vez en busca de integrarse a cuerpos mayores.
El artesano explica que lo mismo elabora piezas pequeñas que alebrijes monumentales. En las pequeñas es mayor el margen de error y la capacidad de producir, mientras que en las criaturas grandes, que suelen sobrepasar los dos metros de altura, es necesario diseñar cada paso y garantizar un esqueleto de alambre fuerte para evitar desplomes.
Tras años de práctica, estima que necesita tres meses para elaborar un alebrije monumental, y aprovecha para contar una anécdota. En una ocasión, tras elaborar una criatura de cuatro metros, fue trasladado en un tráiler a la alcaldía Gustavo A. Madero, donde hay muchos cables de baja altura, dice.
25 de marzo 2019, 22:35 GMT
La falta de planeación hizo que el alebrije se atorara con uno de los cables y se doblara a la mitad. De todos modos fue expuesto en la plaza pública, donde la percepción anónima resignificó la fractura: escribió en su rostro: "¡Por borracho!". No estaba muerto, sólo andaba de parranda.
Luquín experimenta el arte de manera compuesta, pues no sólo elabora y enseña a elaborar alebrijes, sino que también hace música, canta en las taquerías y los camiones por una moneda, en su taller, además de engrudo y papel, hay una batería, un bajo eléctrico, dos guitarras y unos bongós.
Ahora trabaja como músico con bailarines de danzón en talleres para la comunidad, además de dedicarse a oficios de mantenimiento para sobrevivir.
Así, para él todos los días son oportunidades para el intercambio artístico y solidario, y el arte es una fuerza consustancial a su vida.
"Si pasa y es más cercano a toda la gente creo que sí hay por ahí un cambio, un pequeño chip que hace la diferencia", estima.
Una polémica de origen: ¿Oaxaca o Ciudad de México?
La familia Linares, herederos de Pedro Linares, no sólo sigue cultivando el arte del alebrije, sino que expresa una inconformidad: considera que espacios como el Museo de Arte Popular o el desfile de alebrijes
en la Ciudad de México han ido invisibilizando la relevancia del inventor de estas criaturas.
Además, acusan directamente que la tradición oaxaqueña de elaborar estos monstruos ha hecho olvidar que el alebrije nació como la alucinación de una enfermedad de Linares padecida en la Ciudad de México.
Ante esta polémica, Hiram Luquín ostenta una posición más conciliadora y opina que la diferencia más sustancial entre el alebrije citadino o el oaxaqueño son los materiales, mientras que los hermanan sus corrientes imaginativas.
27 de febrero 2022, 15:35 GMT
Por su riqueza natural, en Oaxaca es común hacer alebrijes en madera, explica, mientras que en la Ciudad de México se recurre al cartón, el papel periódico y, sobre todo, la estética del reciclaje: hacer con los objetos encontrados en la calle una oportunidad para las alas de murciélago.
Además, el artesano recomienda a colegas alebrijeros en
Ecatepec e Ixtapaluca, ambos municipios del Estado de México, donde el deseo de hacer arte los ha llevado incluso a ocupar terrenos abandonados para desarrollar casas de cultura y erguir estas criaturas, que se han convertido en íconos culturales de la múltiple identidad artística mexicana.
A pesar de los años que lleva en el oficio, Luquín reconoce que su producción es accidentada y depende de los vaivenes de la oportunidad laboral. Trabaja piezas por encargo, en ocasión hizo tres para entregarlos como premios en una premiación, el ojo piraña que elabora acompañará un acuario.
Y espera integrarse al desfile de alebrijes de la Ciudad de México en este 2022, tras la pausa que impuso en estas criaturas la pandemia.
Más que solventes para la pintura, explica que algunas de sus herramientas esenciales en la artesanía son otra clase de alcoholes:
el pulque, la cerveza, el mezcal.