"Obviamente, si sus pulmones, que son la principal puerta de entrada para el SARS-CoV-2, ya están afectados y ya son vulnerables, la posibilidad de que tenga usted una forma más grave de la enfermedad aumenta porque también tiene menos defensa", dijo.
Al mismo tiempo, Neira agregó que "la exposición a la contaminación del aire a largo plazo es un factor de riesgo para cualquier infección respiratoria".
La representante de la OMS subrayó la importancia de llevar a cabo más investigaciones de interrelación entre la contaminación del aire y el número de decesos por el COVID-19.
Además, Neira indicó que durante el confinamiento impuesto por la mayoría de Estados para contener la propagación del COVID-19, la calidad del aire en muchas ciudades mejoró considerablemente.
"Hemos visto que si tomamos medidas —por supuesto, no tan dramáticas como el confinamiento—, podremos reducir la contaminación del aire casi de inmediato, lo que resultará en múltiples beneficios para la salud de muchas personas", destacó.
Hablando sobre los modos de reducir la contaminación del aire, la experta llamó a pasar a las fuentes de energía sostenibles y renovables y dejar de usar combustibles fósiles que "contribuyen a la contaminación y, como consecuencia, a la creación de ese gran grupo de enfermedades", incluido el COVID-19, así como a reducir el uso del aire acondicionado o calefacción y optar por unos medios de transporte más ecológicos.
Luego, varias organizaciones en Europa, China y EEUU también publicaron materiales probando que la tasa de mortalidad por el COVID-19 está relacionada con la calidad del aire.
A lo largo del mundo se han detectado más de 21,7 millones de casos de infección por el patógeno, incluidos casi 776.000 decesos y unos 13,68 millones de recuperaciones, según la Universidad Johns Hopkins de EEUU.