A primera vista, la relación del mandatario ruso con el país caribeño, destrozado por una multitud de catástrofes, es difícil de entender, cuenta el columnista de la versión rusa de Sputnik Andréi Babitski.
"Es un reto lanzado contra EEUU, que durante décadas estuvo mangoneando en la región latinoamericana como si se tratara de su propio patio", dijo.
El mundo unipolar construido por Washington está llegando a su fin, y uno de los últimos indicios es el intento de cambiar el poder en Venezuela.
El columnista opina que son las acciones reales de Rusia las que dan este sentido al nombre de Putin. El empeño de Occidente en culpar al mandatario ruso por todos los males del mundo también contribuye a la formación de esta aura en torno a su nombre.
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Entre estas acciones está el discurso de Múnich, la ayuda prestada a Abjasia y Osetia del Sur en 2008, la reunificación con Crimea y, más que nada, la excelente operación militar llevada a cabo en Siria.
"La operación militar en Siria llenó de sentido el concepto de soberanía nacional y la independencia de aquellos países, que tuvieron la mala suerte de hacer enojar a Washington", opina Babitski.
También está el aspecto subjetivo que refuerza "la magia de este nombre". Se trata en particular de la constante demonización del presidente ruso aludiendo, entre otras maldades, a la incursión agresiva en los asuntos de sus vecinos y en las elecciones de otros países.
Así, su mayor éxito fue "la designación" de Trump como presidente de EEUU y, si pudo hacerlo, es la persona más poderosa del mundo, opinan los manifestantes haitianos según el columnista.
La propaganda occidental contra el mandatario ruso también tiene sus aspectos positivos, puesto que "sus miedos son el secreto de la magia rusa", concluye Babitski.
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