El pasado sábado 17, la portavoz de la Cancillería rusa, María Zajárova declaró al hablar del caso Skripal que "el origen más probable de esa sustancia química son países que, desde finales de los años 90 y hasta hoy en día, llevan a cabo intensos estudios de las sustancias del proyecto Novichok", al que Londres equipara la sustancia A234, y precisó que "esos países son Gran Bretaña, Eslovaquia, la República Checa, Suecia", así como posiblemente Estados Unidos.
"Esta afirmación está simplemente fuera de la realidad, no tiene nada que ver con el gas del que se trata" en el caso Skripal, dijo Stropnicky a los periodistas, según reporta el medio.
El ministro de Exteriores checo no quiso hablar de la posibilidad de expulsar a diplomáticos rusos, como lo hizo Reino Unido.
"Nuestro enfoque debe ser firme y tranquilo, no hablamos de una expulsión inmediata, sino de una reacción conjunta por parte de todos los Estados miembros" de la Unión Europea, agregó.
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En cuanto a la República Checa y Eslovaquia, Ermakov indicó que esos países fueron mencionados como partes de la antigua Checoslovaquia, que, según comprobó la Cancillería rusa, tenía un "gran potencial de desarrollos químicos y tecnológicos".
"Eso no significa en ningún caso que acusemos a Checoslovaquia de algo (…) resultó por casualidad, por nuestro error que no solo la República Checa sino también Eslovaquia fueron mencionadas entre esos países, así que les presentamos disculpas por haber permitido esa casualidad", expresó.
Skripal, exoficial de inteligencia militar rusa reclutado en los años 90 por el servicio secreto británico MI6 y naturalizado en Reino Unido, y su hija Yulia fueron hallados inconscientes el 4 de marzo cerca de un centro comercial en la ciudad de Salisbury.
Ambos continúan en estado crítico y reciben tratamiento por intoxicación con una sustancia de acción neuroparalizante.
La semana pasada, la primera ministra británica, Theresa May, responsabilizó a Moscú de lo ocurrido en Salisbury –que calificó de intento de asesinato– y anunció, como represalia, la expulsión de 23 diplomáticos rusos y la cancelación de todos los contactos de alto nivel entre ambos países.
Moscú, que rechazó todas las acusaciones por infundadas, exigió en respuesta la salida de 23 empleados de la Embajada británica, además de anunciar el cierre del consulado británico en San Petersburgo y de la oficina del British Council en Moscú.