La semana pasada, las autoridades europeas anunciaron la fecha de la reunión en la que se tratarán las relaciones con el país eslavo y, en particular, el tema de las sanciones antirrusas.
En vísperas, el presidente ruso, Vladímir Putin, mantuvo una conversación telefónica con la canciller alemana, Angela Merkel, en la que los dos mandatarios acordaron el formato de los nuevos contactos que se producirán en el marco del llamado cuarteto de Normandía —que incluye a Francia, Alemania, Ucrania y Rusia—.
Según el artículo, resulta evidente que los europeos quieren que se den ciertos pasos para que se levanten las sanciones y, para ello, es necesario avanzar en la implementación de los acuerdos de Minsk, aunque solo sea de forma simbólica.
Mientras tanto, Washington considera crucial que se mantenga el 'statu quo' en cuanto a Rusia, por lo menos, hasta que se celebren las elecciones presidenciales de noviembre. La Administración de Obama se preocupa tanto por este asunto que inmediatamente instó a Kiev a que acelerara la implementación de sus compromisos en el marco de los acuerdos de Minsk para, así, demostrar que las sanciones antirrusas están dando sus frutos, dice EurAsia Daily.
Joe Biden, el vicepresidente de EEUU, expresó públicamente su inquietud por la posición de cinco líderes europeos que se habían manifestado en contra de las sanciones. Se trata del presidente de Chipre y de los primeros ministros de Italia, Grecia, Hungría y Eslovaquia.
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Al mismo tiempo, se admite que Rusia no ha sufrido tanto por el efecto de las sanciones y que la tendencia descendente en la economía del país está más conectada con la caída de los precios del petróleo.
En conclusión, el editorial de EurAsia Daily recuerda que los efectos de la situación actual en las relaciones ruso-europeas, analizados en términos absolutos, alcanzarían una cantidad, en cuanto a los niveles de comercio potenciales, de 92.000 millones de dólares.
Esta es ya una cifra más significativa para los países europeos, dado que este volumen de negocio no afectaría solo a los maltrechos PIB de los países de la UE, sino que repercutiría positivamente en la creación de puestos de trabajo, algo crucial para la economía comunitaria.