China y Estados Unidos han firmado recientemente el tan esperado acuerdo comercial bilateral. De momento, se sabe que el país asiático acordó restablecer las compras de una amplia gama de bienes, principalmente de productos agrícolas, y que la cuestión energética también fue agregada al documento. Sin embargo, mientras el volumen de compras en el sector agrícola se estableció en una suma relativamente baja, las del sector de la energía verán un aumento significativo, explica Serguéi Savchuk en su artículo (en ruso) para Sputnik.
Bajo las nuevas condiciones del recién firmado acuerdo, China debe aumentar drásticamente las compras de carbón y gas licuado estadounidenses. El documento, además, prevé la compra obligatoria de componentes para centrales nucleares, pero esta ya es toda una cuestión aparte, explica el autor.
¿Por qué Washington insiste en que los chinos compren sus hidrocarburos? La respuesta es bastante sencilla: según los analistas estadounidenses, el plan de EEUU para conquistar Europa con gas natural licuado (GNL) fracasó ya en la etapa de planificación.
Pronósticos imprecisos
Las dificultades enfrentadas por Donald Trump en el sector gasístico se deben a que, al construir todo su sistema de plantas y terminales de GNL, un factor clave no se tuvo en cuenta: Europa busca diversificar sus importaciones de recursos energéticos, lo que implica el uso de varias opciones más allá del gas licuado transatlántico.
Si dejamos a un lado las cuestiones políticas y nos basamos en los indicadores económicos, solo es posible hablar de una "conquista" del mercado energético europeo, si los productos exportados por el país "conquistador" son comprados por Alemania, el líder indudable de la Unión Europea y uno de los principales importadores de recursos energéticos.
Las ventas a otros países de la Unión Europea no desempeñan un papel clave en las exportaciones de EEUU. Francia utiliza tradicionalmente su propia energía nuclear, el Reino Unido, por su parte, continúa experimentando con energías renovables. Queda Austria, pero al país se le han prometido 50.000 millones de metros cúbicos de gas del Nord Stream II, razón por la que Viena está descontenta con los atrasos causados justamente por Estados Unidos en la etapa final de la construcción del gasoducto que une Rusia a la Unión Europea, escribe Savchuk.
Alemania prefiere el gas ruso
Una nación, no importa lo rica y próspera que sea, siempre busca minimizar sus gastos. De ahí nació la idea de construir la segunda línea del Nord Stream, un proyecto que todos los principales operadores de gas europeos firmaron con la aprobación tácita de Angela Merkel. Para comprender la preferencia de Alemania por el gas ruso en lugar del GNL estadounidense, es suficiente conocer la división de su importación energética.
El esquema de importación de gas natural a Alemania es bastante simple. Hasta hace poco, el combustible provenía de tres fuentes principales: Rusia (alrededor del 40%), Países Bajos (29%) y Noruega (21%). Sin embargo, en 2014, sucedió algo inesperado: la producción de gas en la cuenca de Groninga, la principal fuente de recursos energéticos neerlandesa, se desplomó debido a un aumento crítico de la actividad sísmica en la región.
Otro aspecto que permite comprender la importancia de la construcción del Nord Stream 2 es el extenso sistema de tuberías e interconectores que Alemania posee, el cual le conecta a Dinamarca, los Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo, Francia, Suiza, Austria, Chequia y Polonia. En el caso de volúmenes libres de gas o de un aumento en los suministros, Alemania puede convertirse en el principal centro gasístico desde el Danubio hasta el Támesis, dictando sus propias condiciones y beneficiándose económicamente.
La insignificancia del gas estadounidense en la UE
Este escenario no le conviene a Estados Unidos, cuyos instrumentos políticos en la Unión Europea se limitan solamente a Polonia. El país norteamericano intentó potencializar el suministro de GNL a la UE a través de Bulgaria, pero después de comprar dos lotes de prueba, Sofía decidió no experimentar más y cortésmente solicitó su inclusión en el proyecto del gasoducto Turk Stream. Polonia, que tiene un contrato preferencial para la compra de gas desde Estados Unidos, actualmente lo usa para satisfacer sus propias necesidades, lo negocia en los mercados asiáticos o revende el excedente a vecinos.
Sin embargo, ¿podría Estados Unidos, en un escenario hipotético, imponer su combustible a Europa? De acuerdo con los números, no, indica el autor.
En 2018, Europa —incluido el Reino Unido y Turquía que no pertenece a la Unión Europea— importó 349.900 millones de metros cúbicos de gas transportados por gasoductos y 58.600 millones de metros cúbicos de GNL. Sumados, resultan en un total de 408.500 millones de metros cúbicos.
Es decir, todo el gas licuado importado por Europa el 2018 corresponde a un 16,6% del total de sus compras de gas natural. Además de Estados Unidos, el GNL obtenido por las naciones europeas proviene de países como Catar, Rusia y Nigeria. En total, el gas licuado que EEUU vendió a Europa el 2018 fue de 3.960 millones de metros cúbicos, es decir, un insignificante 0,74% del total de gas natural importado por el continente.