Manolo, Manolete para los amigos, nos abre las puertas de su taller un sábado por la mañana. Le pillamos trabajando en la restauración de un alambique, uno de los tantos encargos que este artesano del cobre continúa recibiendo desde varios puntos del mundo.
Una profesión única en Galicia, él nos asegura que es el último artesano del cobre que queda en la comunidad autónoma: "lo que estáis viendo, ahora salís desde Finisterre (que es como le llaman los de la zona al Cabo del Mundo, un paraje icónico de la Ribeira Sacra cercano al taller) hasta el Polo Norte y no encontráis otra cosa igual como esta", afirma a Sputnik visiblemente orgulloso este enamorado de su oficio.
No es fácil encontrar artesanos del cobre en España y Manolete lo sabe. Desde su humilde taller afincado en el pueblo de Os Peares lucha para que no se pierda el oficio que inició su padre, Manuel Gómez Vázquez, en el año 1934. "Mi padre aprendió esto del cobre con los húngaros", nos cuenta mientras martillea el alambique que tiene entre manos para restaurar.
Eran otros tiempos. Por aquella época el ferrocarril era una fuente muy importante de riqueza para el pueblo, "aquí se embarcaba la madera para las minas de Asturias, el vino para Lugo, se mandaban muebles, el cemento se descargaba aquí, la teja, todo. Y claro esto tenía mucho movimiento". A parte del resto de mercancías que se mandaban, como muebles, porque aquí había cuatro talleres de muebles.
"Peares era como una gran ciudad en aquellos tiempos", recuerda con nostalgia Manolete, que afirma que el pueblo llegó a tener 14 tiendas en las que vendían de todo, cuatro talleres de muebles, cinco zapateros artesanos y hasta un cine. "Había de todo, en cada casa había una industria", ahora Manolete es uno de los pocos supervivientes que consiguen mantener en pie su negocio no solo en su pueblo, sino en toda Galicia. Paseando por las calles de este pueblo gallego ya solo podemos ver las huellas de lo que un día fue.
Si mantener el taller en pie durante tantos años convirtiéndose en todo un referente en Galicia ya es un logro, tampoco podemos pasar por alto que Manolete fue en los años 60 el inventor de la soldadura de cobre que hoy se copia en todos lados, y todo basándose en su observación personal: "fuimos los primeros en España en hacer la soldadura de cobre", asegura lleno de orgullo. Antes iba entrelazado, nos enseña, y después se soldaba a fuego en la fragua con el carbón. En las piezas que nos muestra soldadas que tiene en el taller no somos capaces de distinguir una sola línea.
El taller de Manolete está en un lugar único de por sí, ya que pertenece a dos provincias (Lugo y Orense), cuatro ayuntamientos (A Peroxa, Carballedo, Nogueira de Ramuín y Pantón), y por si esto fuera poco también es el pueblo natal del presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo.
A sus 75 años, Manolete lleva toda su vida trabajando en un oficio que conoce bien. Moldea el cobre a su antojo y lo convierte en todo aquello que pasa por su imaginación sin prestar atención al reloj, que por cierto, no lo lleva puesto. "Hemos hecho de todo", nos dice, desde imanes, platos y objetos decorativos, hasta ollas, jarras, alquitaras, alambiques, o máquinas para sulfatar. "Y piezas únicas como este baúl".
De hecho, según los entendidos en la materia, las calderas en las que se cuece el famoso pulpo a feira deben ser de cobre, aseguran que se nota en el sabor. También los alambiques que se usan para destilar el aguardiente: "el cobre tiene una pureza que otros elementos no tienen", asegura este artesano gallego, que lo compara con otros materiales afirmando que "el acero inoxidable es química, el cobre le da otra sustancia a todo".
Antes de despedirnos le preguntamos si no hay ningún otro taller que haga lo mismo en España, a lo que responde orgulloso "somos los últimos de Filipinas". Nos cuenta que el cobre se trabajaba hacía mucho en Lucena, en Córdoba, "ahora se dedican a hacer camas de bronce y hierro forjado, los que quedaron". Un oficio que sigue resistiendo en este bello rincón de la Ribeira Sacra gallega.