No fue un amor de verano —amor de primavera en su versión española— el de aquel invierno septentrional de 1995 que Isabel experimentó hacia Rusia. Puede que cambiar el verano austral de Argentina por los 20 grados bajo cero del invierno boreal le haya ayudado a refrescar sus ideas.
El que fuera su primer viaje al exterior, combinado con aquellos 15 días de estancia en Rusia, resultaron ser factores determinantes para inclinar la balanza: las primeras veces siempre marcan, dejan huella. Para entonces, las cartas del destino ya estaban echadas para Isabel.
Uno de los primeros síntomas que presentó Isabel de regreso en su tierra y que dejaban ver su estado emocional respecto al país euroasiático, fue el de comenzar a estudiar el idioma ruso en Buenos Aires, aunque no fue fácil, porque la escuela donde cursaba quedaba lejos de su casa.
No obstante, dejó su 'historia de amor' aparcada mientras realizaba su carrera universitaria. Entonces, cuando la finalizó, recordó sobre sus ganas de estudiar ruso: lo retomó hace más de una década, comenzó en un instituto y luego siguió con clases particulares.
"Pero siempre relacionada con ese amor primigenio que me surgió cuando vine acá [Rusia] porque fue una experiencia increíble, y las cosas que vi esa vez me sorprendieron muchísimo y me dieron muchas ganas de estudiar ruso", aclara Isabel, cuya carrera justamente trata del estudio del comportamiento social de las personas, de los grupos y de la organización de las sociedades.
La Universidad Estatal de Irkutsk fue el primer centro de estudios donde cursó ruso in situ durante tres meses. También la vivió como una experiencia fascinante.
"Me encantó estar ahí, ir todos los domingos al lago Baikal a visitar a mi amiga Natasha, ver el lago congelado, conocer otra Rusia, otra cultura, la relación de esos pobladores con el lago y con todo lo relacionado, otras religiones, la diversidad de Rusia que es increíble. Y ahí dije 'ahora quiero quedarme más tiempo, quiero venir a estudiar por un tiempo prolongado'. Pedí beca de maestría, me tocó en la Universidad Estatal de San Petersburgo, y acá estoy hace dos años”, explica al afirmar que está siendo una experiencia maravillosa.
"Yo creo que hace mucho tiempo ya decidí que mi vida estaba indefectiblemente vinculada a Rusia", sentencia la ya Magíster en sociología.
Pero Isabel estaba ansiosa por permanecer más tiempo en Rusia, por lo que pidió una beca de doctorado, y se la otorgaron, lo que implica que, por lo menos, tiene tres años más por delante en este país.
Su felicidad se ve reforzada en el hecho de que en su estancia en San Petersburgo comenzó a "escribir artículos académicos, dar conferencias en ruso, la defensa de la tesis en ruso, y todas las puertas que se van abriendo a partir de eso y de ser la primera [ciudadana] argentina en la Facultad de Sociología de la Universidad Estatal de San Petersburgo", dice con orgullo.
Isabel reconoce que sus circunstancias generan en su entorno universitario una gran curiosidad y despierta en los demás las ganas de ayudarle: “muchos profesores, especialmente mi directora de tesis, así que acá vamos a seguir adelante con el doctorado".
"Estudiar en el extranjero es una experiencia increíble, pero particularmente en Rusia. Rusia es hermosa, su gente es hermosa. Tienen miles de [buenos] gestos", afirma la magíster en sociología.
Puestos en el día a día, Isabel incide en que el invierno ruso no es tan dramático como suelen vivirlo quienes no lo experimentan, "no significa una limitación", insiste. Por otra parte, subraya que en este país "hay mucha historia para conocer, muchos museos, lugares hermosos para caminar, rincones. La gente es muy agradable y cuando uno estudia muestran mucho interés por conocer Argentina, América Latina, conocernos a nosotros".
La socióloga quiere dejar claro que "el idioma puede llegar a ser una limitación o no, depende de las ganas que uno le ponga, porque cuando uno se quiere comunicar, se comunica. […] Recomiendo una y otra vez que vengan, que es un país hermoso, y su gente también".
Consultada acerca de si se plantea la posibilidad de quedarse a vivir en Rusia después de finalizar su doctorado dentro de tres años, su respuesta fue clara: "¡Ojalá! ¡Es lo que sueño!"