El método consiste en, literalmente, congelar el hambre, del que es responsable el tronco vagal posterior. El director del estudio, el doctor David Prologo, y su equipo lo hicieron en un grupo reducido de personas: 10 hombres y mujeres que sufrían obesidad moderada y leve. Una condición que se cumple cuando el índice de masa corporal (IMC) oscila entre 30 y 37 y que no es suficiente, a pesar de su gravedad, para someterse a técnicas más invasivas como la cirugía gástrica.
Los resultados son prometedores. El 53% de los pacientes asegura que, tras la intervención, pasó a tener "muchísima menos hambre"; el 30%, "mucha menos hambre" y, el 17%, "menos hambre". El objetivo permite a las personas obesas continuar perdiendo peso. Hasta un 3,6% del peso inicial fue el porcentaje que perdieron quienes se sometieron al tratamiento, cuya duración es de 12 meses. El mismo tiempo que tarda 'el nervio del hambre' en regenerarse por completo.
La operación ya se utilizaba con otras enfermedades para paliar el dolor crónico, según explica Prologo a la revista Time. También asegura que no existe riesgo alguno de que la sensación de hambre se elimine por completo para siempre. "El cuerpo tiene otros sistemas de respaldo", señala.
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Se trata de una primera prueba piloto cuyo único objetivo era el de determinar la seguridad y la fiabilidad de un procedimiento de esta índole. Prologo subraya que serán necesarias muchas más pruebas de este tipo con muchos más pacientes.