"Nuestro objetivo es encontrar unas vías de la actividad comercial que sean beneficiosas y conformes a los intereses económicos de las compañías de ambos países y que impulsen la colaboración de las regiones vecinas, Sajalín y Hokkaido, y, por supuesto, que contribuyan a fortalecer la confianza entre los dos países", dijo el diplomático en la tercera ronda de las negociaciones sobre la actividad agrícola conjunta en las Kuriles del Sur.
Los compromisos suponen que cada parte debe realizar sus proyectos de modo que no infrinja la soberanía de otra en las islas disputadas por Japón.
El diplomático ruso señaló que las partes llegaron a un entendimiento sobre los principios del trabajo conjunto en el sector agrícola, además, se determinaron cinco líneas de actividad —crianza de especies acuáticas, cultivo de hortalizas en invernaderos, energía eólica, turismo y minimización de residuos— y dos grupos de trabajo empezaron a analizar los aspectos prácticos de la actividad conjunta.
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El viceministro de Exteriores de Japón, Takeo Mori, por su parte recordó que el año pasado las delegaciones japonesas visitaron las tumbas de antepasados de los exhabitantes de las islas, se crearon unos nuevos puntos de control.
"Esas medidas contribuyen a la confianza entre los pueblos de los dos países", dijo Mori.
A finales de 2016, el primer ministro japonés, Shinzo Abe, y el presidente ruso Vladímir Putin, acordaron empezar las conversaciones sobre la actividad económica conjunta en las islas Kuriles del Sur, que Tokio reclama a Moscú.
Japón está convencido de que la actividad económica conjunta en las Kuriles será el primer paso para suscribir el tratado de paz con Rusia, un asunto pendiente desde 1945.
Durante décadas, Tokio ha condicionado la firma de este documento a la recuperación de las islas Iturup, Kunashir, Shikotan y Habomai, los "territorios del norte" para los japoneses.
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Japón se escuda en el Tratado Bilateral de Comercio y Fronteras que firmó con Rusia el 7 de febrero de 1855.
Moscú, a su vez, subraya que esos territorios fueron traspasados a la Unión Soviética por acuerdos internacionales al término de la Segunda Guerra Mundial y que Rusia asumió la soberanía de dichos territorios como sucesora legal de la URSS.