Los bolcheviques "formaban parte de un amplio movimiento de partidos crecientes que pretendían luchar por una mayor democracia política". Asimismo, querían utilizar la riqueza y la nueva clase obrera creada por el capitalismo" con el fin de "extender los derechos democráticos a las esferas sociales y económicas", algo que "no permitía ningún capitalista".
"No se puede hacer caso omiso a la pérdida de santidad del socialismo que ocurrió durante el último siglo. Pero podemos rechazar la visión de Lenin y los bolcheviques como demonios enloquecidos y considerarlos como personas que actuaban con las mejores intenciones (…)", publica NYT.
Las lecciones duras para los socialistas de hoy consisten en que, a la hora de cimentar una alternativa social-democrática al capitalismo, es importante defender la idea de una sociedad civil libre, además de proteger los derechos de la oposición y desarrollar un sistema permanente para controlar y equilibrar a las autoridades.
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Según el autor, bajo las dichas condiciones, el socialismo del siglo XXI "permitirá que muchas personas destrozadas por la injusticia participen en la creación de un nuevo mundo".