"La normalización de las relaciones entre Rusia y Turquía no se debe considerar como un proceso que pueda perjudicar a otros Estados", dijo Lavrov en una entrevista con la revista armenia Regional Post — Caucasus.
La superación de la crisis bilateral de casi ocho meses, señaló, "aumentará la confianza y el entendimiento en la región".
Lavrov expresó la esperanza de que "la recuperación gradual de la cooperación con Ankara beneficie al mundo y a la seguridad y la estabilidad del Cáucaso Sur".
Rusia y Turquía continúan fortaleciendo las relaciones bilaterales tras su deterioro en noviembre de 2015 cuando un caza turco derribó en territorio sirio un avión militar ruso Su-24 que retornaba a su base tras bombardear objetivos terroristas.
El ministro precisó que Moscú espera que Armenia y Turquía hallen una solución a los problemas existentes entre ellos.
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"Estoy convencido que Armenia y Turquía pueden solucionar los problemas existentes, y mucho en este sentido depende de ellos mismos", declaró.
"Sin embargo, es de vital importancia que las partes muestren la capacidad de llegar a acuerdos y tomar decisiones serias y responsables", aseveró.
Según Lavrov, "la calidad de los políticos no se define solamente por la profundidad del análisis realista de las dificultades objetivas, sino también por su capacidad de ser optimista, hacer realidad las esperanzas y sueños de sus ciudadanos".
"Cuando Ereván y Ankara se sienten a la mesa de conversaciones, Rusia estará dispuesta a ofrecerles el más activo apoyo", sentenció.
Lavrov destacó que Rusia "vería con buenos ojos que el tramo turco-armenio de la frontera de la Unión Económica Euroasiática se abriese al flujo libre de personas, mercancías y servicios".
Ankara no tiene relaciones diplomáticas con Ereván y cerró en 1993 la frontera turco-armenia por solidaridad con Bakú que entre 1992 y 1994, durante una escalada del conflicto con los separatistas karabajíes, perdió el control sobre Nagorno Karabaj y siete distritos adyacentes.
La comunidad armenia en el imperio otomano sufrió a finales de siglo XIX y comienzos del XX fuertes persecuciones que alcanzaron su punto culminante en 1915 y derivaron en la matanza de unos 1,5 millones de armenios.
Armenia insiste en el reconocimiento del genocidio por la comunidad mundial, mientras que Turquía rechaza calificar como tal las matanzas, afirmando tanto armenios como turcos fueron víctimas de los incidentes.