Primero fue Sebastián Piñera en Chile. Ahora son Horacio Cartes y Mauricio Macri, en Paraguay y Argentina respectivamente. El actual presidente de Perú, Pedro Pablo Kuczynski, participó en la dirección de diversas empresas antes de asumir su cargo este año.
Desde el 4 de octubre, se sumó a esta lista Joao Doria, electo como alcalde de Sao Paulo. Y en Uruguay, el también empresario Edgardo Novick, acaba de presentar su Partido de la Gente, con miras a las elecciones de 2019.
"La era de los políticos empresarios marca el fracaso de los partidos políticos tradicionales. En Estados Unidos, el Partido Demócrata no respondió a sus bases sociales de clase media baja y obrera. Favoreció el enriquecimiento de los ricos. Esta situación también se ve en algunos países de América Latina", dijo a Sputnik el sociólogo y politólogo argentino Atilio Borón.
Un patrón común en los discursos de los empresarios es el énfasis que ponen en su solvencia económica como garantía de que no van a robar ni a fomentar la corrupción en la gestión pública.
Esa pretendida transparencia no siempre ha tenido correlato en la realidad. Tanto Piñera como Cartes y Macri han recibido cuestionamientos en sus países por no haberse desprendido de sus negocios una vez llegados a la Presidencia.
Los tres quedaron en el ojo de la tormenta luego de que los Panama Papers revelaran que supuestamente tenían empresas fantasma. En el caso de Cartes, también se descubrió que tenía cuentas ocultas en Suiza.
Borón explicó que estos "millonarios" organizan fuerzas políticas con un "lenguaje llano" y un discurso "aparentemente desideologizado". Plantean cuestiones que le interesan a la mayoría de la población y no están representadas en las fuerzas políticas tradicionales, indicó.
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— Sputnik Mundo (@SputnikMundo) 12 ноября 2016 г.
"La política es cara. La gente que tiene recursos va a estar en una posición privilegiada para ejercerla. Cuando uno puede autofinanciarse las campañas o contar con contactos que se la financien, va a tener pocas limitaciones en cuanto a estructuras partidarias, redes de alianzas o discusiones programáticas", señaló Delacoste, para quien esta situación no significa "el fin de la política tradicional".