El nivel de popularidad del presidente de EEUU, Donald Trump, alcanzó su mínimo histórico —tan solo el 34%— tras los violentos enfrentamientos entre neonazis y antifascistas, que tuvieron lugar en la ciudad estadounidense de Charlottesville y que pueden también propagarse a otras regiones del país norteamericano.
Ahora, el mandatario estadounidense corre el riesgo de perder el apoyo de la derecha conservadora blanca, que anteriormente constituía el núcleo esencial de su electorado.
A su vez, el ministro de Macron François Bayrou, exresponsable de Justicia —quien solo estuvo en el poder poco más de un mes— o el general Pierre de Villiers, conocido por estar en contra de la reducción del presupuesto militar, ya han dimitido.
En cuanto al Reino Unido, el apoyo a la primera ministra, Theresa May, también está por los suelos. Solo 11 meses después de la victoria del Partido Conservador en las elecciones, el 9 de junio, el partido perdió la mayoría en el Parlamento. La propia primera ministra también corre el riesgo de renunciar a su cargo en un futuro próximo.
Emmanuel Macron fue promovido por las élites que controlan la política en Francia, mientras que Donald Trump fue candidato de la llamada élite alternativa. A su vez, Theresa May supone un intento de llegar a un compromiso entre la élite tradicional y la alternativa.
"Occidente perdió flexibilidad política y ya no es capaz de adaptarse a las nuevas condiciones. La crisis del sistema, así como la falta de recursos, no dejan a las élites espacio para el compromiso. La lucha es cada vez más encarnizada, y las élites pierden el control sobre los acontecimientos. El único modo de reducir las tensiones en el país es 'propagarlas' en el extranjero. No obstante, esta posibilidad se ve bloqueada por la fuerza militar de Rusia y China. De este modo, Occidente está en un callejón sin salida", concluye Íshenko.