En un análisis convergente, el libro 'La economía sin líder' de Peter Temin del Massachusetts Institute of Technology (MIT) y David Viñas de la Universidad de Oxford, explica que la de 2007 no fue una crisis más, sino que fue "el final de la dominación económica de Estados Unidos en el mundo" y que, por lo tanto, debía ser entendida como una "crisis de fin de régimen". Ambos economistas desarrollan una lectura interesante de la crisis de 1929: fue parte de un período de transición caótico entre la crisis hegemónica del Reino Unido y la posterior hegemonía de Estados Unidos a partir de 1945.
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Ahora estaríamos atravesando un período similar. Al no existir ninguna potencia global capaz de inducir cierto orden en el mundo, la recesión es inevitable porque persiste el caos sistémico.
Para enfrentar el retroceso, Trump se propone reconstruir el 'sueño americano', volviendo al proteccionismo que permitió al país convertirse en la primera potencia económica a comienzos del siglo XX. Pero no todo es economía. En aquel período, Estados Unidos era un país atractivo para millones de personas en todo el mundo. Intelectuales, artistas y científicos de renombre emigraban desde una Europa flagelada por la guerra, la pobreza y la persecución nazi, atraídas por el 'sueño americano'. La vitalidad de una nación la convierte en un lugar atractivo para las personas.
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Es difícil que Trump consiga desbaratar la globalización neoliberal impuesta desde la década de 1980 por los sucesivos gobiernos republicanos y demócratas, encabezada por el sector financiero que fue su gran beneficiario. Sin embargo, habrá cambios. El presidente electo parece menos interesado en el 'pivote hacia Asia' promovido por Barack Obama y es muy probable que entierre el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TTP), lo que sería un respiro para China ante la perspectiva de conflicto en el mar del Sur de China. Pero el primer test de su política internacional será Oriente Próximo, y Siria en particular.
En todo caso, el futuro inmediato será de mayor incertidumbre e inestabilidad. Un editorial del diario chino Global Times del 10 de noviembre, bajo el título '¿Puede Trump ser un presidente poderoso?', revela la fragilidad que tendrá su Administración. "Trump parece duro, decidido y sin restricciones. Sin embargo, su liderazgo no será un reflejo pleno de su personalidad". El editorial del órgano del Partido Comunista chino recuerda que Trump no tiene una conexión profunda en los círculos políticos y su relación con la élite es tensa.
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Pero el punto central, según Global Times, es que el juego de pesos y contrapesos "debilitará el espíritu de Trump", al forzarlo a llegar a compromisos. Sin embargo, el editorial recuerda que está en condiciones de cumplir gran parte de su objetivo de "sacudirse responsabilidades internacionales y centrarse en los asuntos internos". Esto ya sería un gran paso en un escenario global crispado por los conflictos que involucran al Pentágono y a sus aliados. En todo caso, para los pueblos del mundo sería un respiro.
En este período turbulento, la geopolítica desplaza a la economía como forma de comprensión de la realidad. Las potencias decadentes suelen tener cierta 'ceguera geopolítica', una suerte de incapacidad de comprender su nuevo lugar en el mundo porque se dejan guiar por los tiempos de esplendor y no pueden admitir la decadencia. Por esa razón, hoy el pensamiento estratégico está más arraigado en los países que integran los BRICS que en Estados Unidos y en Europa.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK