Fue el primer ministro británico Winston Churchill quien empleó por primera vez la expresión Telón de Acero para referirse a las fronteras que separaban al mundo salido de la II Guerra Mundial y concretamente a la Europa continental.
"Desde Stettin, en el Báltico, a Trieste, en el Adriático, ha caído sobre el continente [europeo] un telón de acero", dijo el mandatario inglés en un discurso pronunciado en EEUU en el año 1946. Cuando se cumplen más de 25 años desde la caída del muro de Berlín, aquella división sigue teniendo efectos de lo más insospechados.
La zona que separaba la República Federal Alemana de la República Socialista de Checoslovaquia, país integrante del Pacto de Varsovia —contrapunto militar de la OTAN— estaba considerada como un punto especialmente 'caliente' de aquel telón.
Durante el momento álgido de la Guerra Fría, los bosques que separaban ambos países estaban plagados de alambre de espino, patrullas armadas y altos muros.
Hoy en día, el área es una de las reservas naturales más grandes de la Europa Central y está formada por el Parque Nacional del Bosque Bávaro, por el lado alemán, y por el Parque Nacional de Sumava, por el lado checo, según se recoge en el blog.
Apenas quedan vestigios de lo que fue una de las zonas más militarizadas del mundo y la naturaleza ha pasado a reclamar lo que es suyo. Parece que ya nadie se acuerda de que por aquí pasó el Telón de Acero. Nadie, excepto los ciervos.
Ya en el año 2002 los biólogos empezaron a sospechar que estos animales seguían 'respetando' las antiguas fronteras y se mantenían a sus respectivos lados del telón invisible, si bien los últimos guardias habían abandonado la zona hacía ya muchos años.
Según informaron en su momento diversos medios, fue una cierva llamada Ahornia la que confirmó las sospechas de los biólogos. El animal llevó un GPS que dio 11.000 señales, siempre cerca de la frontera alemana, pero nunca llegándola a cruzar, a pesar de que Ahornia había nacido 18 años después de que cayera el muro de Berlín.
Este extraño comportamiento podría deberse, según los científicos, a la 'memoria' de los animales y los hábitos heredados. Aunque ya no haya nada que temer y los ciervos puedan moverse libremente entre estos dos países de la Unión Europea, parecen seguir manteniendo las pautas de conducta que observaron en sus antecesores.
Los expertos consideran que habrá que esperar todavía algunas décadas para que uno de los últimos efectos invisibles del llamado Telón de Acero desaparezca completamente de estos tranquilos parajes.