¿De qué color es la revolución que prepara EEUU para Rusia?

© AP Photo / Susan WalshJohn Tefft, embajador de EEUU en Rusia
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El embajador de EEUU en Rusia, John Tefft, intentará catalogar el golpe de Estado como protesta social, asegura uno de los miembros del Club Zinóviev, Pável Rodkin.

La designación de John Tefft como embajador de EEUU en Rusia se percibe como un posible paso hacia la desestabilización de la situación en Rusia y en Eurasia en general. A diferencia de su antecesor, Michael McFoul, Tefft está considerado como el supervisor de las revoluciones de color en el espacio postsoviético. ¿Está Washington preparando un nuevo intento de revolución de color en Rusia? ¿Y en qué forma? Es imposible responder a esta pregunta  sin analizar la esencia y la evolución tanto de las técnicas de revoluciones de color, que dejaron de ser "no violentas", como las herramientas mediáticas de la guerra moderna humanitaria y de información.

El contexto global: las revoluciones de color dejaron de ser una protesta pacífica

Para Rusia el fenómeno de las revoluciones de color comenzó a formar parte de la agenda política y social con la "revolución naranja" en Kiev en 2004. Fue a partir de este acontecimiento cuando se consolidó la imagen de la revolución de color para la sociedad rusa y acondicionó, para mucho tiempo, su actitud hacia este fenómeno.

A pesar de que otras revoluciones de color habían sucedido antes (la "revolución de las rosas" en Georgia de 2003) y sucedieron después de la "naranja" (dos revoluciones en Kirguizistán: "de los tulipanes" o "de los limones y melones" en 2005 y la "segunda revolución de los melones" o “popular" en 2010), fue Kiev la que se convirtió para Rusia en el punto de referencia en el empleo de las nuevas técnicas políticas, sociales y humanitarias. Fue entonces cuando se formó la idea de la universalidad y omnipotencia de las revoluciones de color.

El concepto de la revolución no violenta, "de terciopelo" ya no corresponde a la realidad. Los propios nombres simbólicos de las acciones de protesta, que se dan a partir de un estilo específico (los símbolos y el color), llegaron a ser una formalidad. Con frecuencia las revoluciones no tienen una única denominación.

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Por ejemplo, la revolución de Túnez en 2010-2011 tiene varios nombres: "de los jazmines", "de los dátiles” o "hambrienta". Lo mismo sucede con la revolución de Egipto que se conoce como "de los melones", "de Twitter", "juvenil", "de las pirámides", "de los dátiles". Los medios se confunden entre tal abundancia de nombres, lo cual atestigua una actitud cínica hacia estos identificadores por parte de los clientes que los habían encargado.

Si miramos la historia de las revoluciones de color, resulta patente su carácter radical (por ejemplo, los intentos de revoluciones de color en Bielorrusia en 2006 o en Moldavia en 2009). El último punto "cronológico" en el mito de las pacíficas revoluciones civiles no lo puso ni siquiera Ucrania durante el Euromaidán en 2013-2014, sino Tailandia.

Las protestas en Tailandia se desarrollaron según el guión clásico de las revoluciones de color. Los acontecimientos en Bangkok en 2009 reproducían y recordaban la "revolución naranja" en Kiev de 2004. Pero a partir de 2013 en Bangkok comenzaron los graves enfrentamientos callejeros, la escalada del conflicto civil fue impedida sólo con el golpe de Estado militar.

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Lo sucedido durante el llamado Euromaidán de 2014 no fue una desviación del guión pacífico sino la realización técnica del plan de un golpe de Estado. La revolución de color se ha desacreditado como un método no violento del derrocamiento del poder, pero su imagen positiva aún funciona.

El envoltorio simbólico y mediático sigue siendo un importante elemento de la cobertura informativa y permite dar a un ordinario golpe de Estado la atractiva forma de una noble protesta social. Más aún porque es este envoltorio, sin la comprensión del contenido real, el que atrae a la parte más activa de la sociedad rusa: la gente más formada, los intelectuales, los empresarios y las élites.

La fase preparatoria: una guerra de información

A las revoluciones de color les preceden unos serios preparativos destinados a formar en la percepción social la imagen negativa del poder vigente. En cuanto a Rusia, la fase preparatoria ya está en marcha y tiene que ver con el contexto global y los procesos protagonizados por Rusia en calidad de centro de fuerza alternativo.

Un ejemplo de la fase abierta de la guerra  informativa es la catástrofe del Boeing malasio sobre el territorio de Ucrania. Los medios occidentales lanzaron acusaciones tajantes contra Rusia y, personalmente, contra Vladimir Putin, mucho antes de aparecer los resultados de una investigación oficial. Así fue creada y propagada la imagen del "asesino" y "enemigo".

El objetivo de las modernas técnicas mediáticas es la demonización y la deshumanización del adversario. Ya que la guerra contra el "mal" justifica la misma guerra y el hecho de que haya víctimas.

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Otro importante objetivo de la guerra informativa es eliminar y bloquear la percepción crítica de la información por parte de la audiencia masiva. Los medios de comunicación vuelven la conciencia fragmentada y acrítica produciendo las falsificaciones que hacen pasar por noticias.

Así se producen las noticias de los medios occidentales, como, por ejemplo, la imagen retenida en la memoria colectiva del conflicto ruso-georgiano de 2008, cuando el vídeo del ataque de los lanzacohetes múltiples georgianos contra Tsjinval  fue presentado como el ataque contra Georgia por parte del ejército ruso. Durante la guerra en Libia los medios tuvieron incluso que construir unos decorados especiales en Qatar. Las actuales noticias de Ucrania casi por completo están producidas con vídeos falsificados.

A pesar de lo primitivo de estos métodos, la conciencia colectiva cree en ellos, una imagen fotográfica o de vídeo acompañada por una inscripción en la sociedad moderna tiene el efecto de una prueba documental. Pero lo más espantoso es que la imagen mediática puede servir de pretexto real para una invasión y una guerra.

Las tácticas "de color", en su parte mediática, serán eficaces hasta que las sociedades de los países-víctimas perciban la realidad política, social y económica a través de memes unidimensionales impuestos mediante un complejo sistema de moderno diseño social. La posibilidad de “enturbiar” masivamente se crea gracias al bajo nivel de la conciencia  crítica y a la injusticia y desigualdad sociales que se usan como un detonante real de las protestas.

Desde el carnaval hasta los pogromos: ¿qué pasará después de 2014?

La desestabilización de la situación en Rusia tiene un carácter global, el principal golpe será asestado a través de la Unión Económica Euroasiática (Bielorrusia y Kazajstán) y las situaciones desequilibradas en los países BRICS. Sus principales conductos serán los medios de comunicación masiva y la parte compradora de la élite, por lo cual es sumamente importante para el análisis de los acontecimientos venideros la comprensión de los mecanismos arriba descritos.

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Las técnicas de destrucción, que serán utilizadas después del 2014, se dividen en dos tipos —o mejor dicho, etapas- que no  tienen por qué ser necesariamente consecuentes pero que se complementan una con la otra.

1) EEUU suele actuar empleando modelos ya probados, hasta que fracasen. Recordaremos en este sentido que Tefft fue el embajador en Georgia entre los años 2005 y 2009 y luego en Ucrania entre los años 2009 y 2013. De ahí se deduce que se procederá a repetir el modelo de la revolución "de las cintas blancas" y las protestas de la plaza Bolótnaya en Moscú de los años 2011 y 2012. Además, se reanudarán las protestas "carnavalescas", cobrarán un segundo aliento los proyectos del "separatismo creativo", las performances de protesta, las acciones artísticas, etc.

2) Según nos muestra la práctica de las revoluciones de color arriba expuesta, el espíritu carnavalesco y simbólico de la protesta ha dejado de tener sentido. Los enfrentamientos con la policía en Moscú en 2012 supusieron un episodio de acciones de protesta, pero ahora se convertirán en el objetivo. Y pasarán  a un primer plano, en lugar de los nuevos símbolos y el diseño, las formas más salvajes de la identidad negativa.

La principal apuesta de los supervisores y diseñadores de los golpes de Estado se hace hoy en día a favor de los nacionalistas, radicales, extremistas y terroristas. La protesta contra la política social liberal de la élite podrá ser redirigida hacia el propio Estado.

A pesar de que el ejemplo de Ucrania puso de manifiesto, de forma muy realista, qué sucede cuando se destruye un Estado (y no son las lejanas Yugoslavia o Libia), el mayor problema está en que la estabilidad social y política está garantizada por unos factores externos. El "factor de comprensión” de carácter interno, según el término de Alexandr Zinóviev, que garantiza una estabilidad real de la sociedad con respecto a los desafíos externos y las técnicas manipulativas, permanece en un estado embrional y asistémico.

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