Basándose en esos datos, el analista económico Viacheslav Laktiushkin concluyó que, actualmente, los países desarrollados han disminuido a la mitad su crecimiento económico anual debido a la crisis demográfica que sufren. Y es que la tasa de fecundidad promedio de esos países ronda los 1,75 hijos por mujer, mientras que el mínimo necesario para mantener una población estable es de 2,1, indica.
Recientemente, esa cuestión fue abordada por el Fondo Monetario Internacional. Su análisis revela que la cifra de migrantes ha aumentado en unos 100 millones de personas anuales desde 1990, llegando a alcanzar los 250 millones en la actualidad.

Millones de trabajadores están dispuestos a desempeñar labores que requieran poca cualificación, por lo que los países más necesitados implementan programas de adaptación. Algunos países (como Alemania) han sido más exitosos que otros (como Francia) a la hora de incrementar su crecimiento económico.

Esa correlación, aunque no necesariamente sea directa, refleja cómo el incremento de población eleva la cantidad de productos y servicios producidos en el país. Es principalmente por eso, por lo que, no conforme con sus índices de crecimiento, Europa se inclina por acoger a los migrantes. Además del auge económico, los inmigrantes proporcionan cerca de la mitad del crecimiento poblacional laboral de los países desarrollados.

Como se puede observar, la peor situación en términos de población la enfrenta Alemania (DEU). Esa es la razón por la que el país germano es el principal grupo de presión para la recepción de migrantes en la UE, pues los índices de migración actuales no son suficientes para aumentar la mano de obra.
Así que, concluye Laktiushkin, es lógico suponer que la agresiva política migratoria de Alemania y la disminución de su población nativa sean las dos caras de la misma moneda.