La postura, que muchos atletas también realizaron en los Juegos Panamericanos de Toronto 2015, ya levantó polémica en su día, criticada por los que consideran que se trata de un gesto con una connotación política que no tiene cabida en este evento deportivo.
Los tres medallistas de oro son sargentos: la judoca Rafaela Silva y el boxeador Robson Conceição son de la Marina y el saltador de pértiga Thiago Braz, de la Aeronáutica; pero lo cierto es que ninguno de ellos ha prestado el servicio militar o ha pilotado jamás un avión.
Los agraciados reciben automáticamente el rango de tercer sargento y un salario mensual de 3.200 reales (990 dólares) y a cambio se espera que si entran en el podio realicen el famoso gesto en señal de agradecimiento al Ejército.
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Los atletas que forman parte de este programa no están obligados a entrenar en instalaciones militares o a formarse con entrenadores del Ejército, tienen total libertad para elegir cómo prepararse, aunque también tienen algunas obligaciones.
El saludo militar, en cualquier caso, no es obligatorio y de hecho la judoca Rafaela Silva, primera agraciada con el oro prefirió no hacerlo.
Alegó que prefería ser cauta por si de repente había un cambio en el reglamento que prohibiese el gesto y esto le hiciera perder su preciada medalla.
El Ejército tiene una completa red de instalaciones deportivas por todo el país donde se entrenan sus militares, así que la idea era aprovechar esa capacidad, especialmente en un país en el que muchas regiones no cuentan con infraestructura para los atletas de élite.
Las Fuerzas Armadas tenían como objetivo colocar a diez militares en el podio, pero esa cifra se superará en los próximos días, gracias a los metales que ya están asegurados en voleibol y voleibol playa y al atletismo, taekwondo y luchas, donde hay bastante posibilidad de medalla.