Una de las operaciones encubiertas más asombrosas en la historia de Estados Unidos está contada al detalle por Josh Dean en su nuevo libro 'La toma del K-129', resumido en un artículo de Daily News.
Más tarde, el sumergible se perdió en el mar, hundiéndose presumiblemente en el fondo del océano. Tras el accidente, la CIA consideró necesario rescatar el submarino para apropiarse de la tecnología e información secreta que podría haber llevado a bordo.
Pero la agencia necesitaba a una persona para encubrir sus planes, y para estos fines fue escogido Howard Hughes, un excéntrico millonario, piloto y productor cinematográfico que entonces tenía 64 años.
El 4 de agosto de 1974 comenzó el lento proceso de sacar el sumergible naufragado. En cuanto el gancho de extracción, que recibió el nombre de Clementine, se sumergiera lo suficiente en el mar, un pequeño remolcador de rescate —de los que las autoridades soviéticas solían usar para llevar a cabo una vigilancia oculta— comenzaría a perseguir al Explorer —el buque de la CIA—. Al final, el gancho de extracción no pudo 'capturar' a la presa.
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La mayor parte de la embarcación volvió a caer al fondo del mar: era hora de alertar a Washington de que la misión había terminado en un fracaso parcial. La mayor parte del K-129 seguía donde estaba.