"Jorge Bergallo es un oficial de carrera superlativa, primero en su promoción, con destinos en el mundo que confirman la confianza que en él depositó el país", sostiene Diego Catuogno, amigo de la infancia del segundo jefe del buque.
Los avisos son un tipo de buque de porte menor con capacidad polar que llegaron a Argentina en diciembre de 2015.
"Jorge fue comandante de uno de los cuatro avisos que la Armada argentina compró de Rusia y uno de ellos, en los que ejerció el comando, es el que ahora lo está buscando", revela Catuogno.
Los cuatro navíos, adquiridos por el Ministerio de Defensa durante la gestión anterior, tienen su base en Mar del Plata, provincia de Buenos Aires (el Bahía Agradable), en Puerto Belgrano, en la misma jurisdicción (el Bahía Paraíso), y en Ushuaia (provincia de Tierra del Fuego) se encuentran dos más, según detalló a esta agencia una buzo de la Armada.
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Una vez "dejó el comando del aviso (que trajo de Rusia), Jorge se subió al submarino", continúa su amigo.
Residente en Mar del Plata, el capitán de corbeta tuvo clara su vocación desde joven, cuando ingresó en la Armada a los 18 o 19 años y anunció su deseo de ser submarinista.
"Él siguió esta carrera porque le gustaba hacerla, y por eso los destinos que ellos tienen los cumplen, porque le gusta el submarino y navegar, algo que es una pasión para él", afirma Hernán Galinguer, otro amigo de la infancia del capitán.
"Es difícil hablar de un oficio así y que muchos lo entiendan, pero él me contaba un montón de cosas, experiencias y anécdotas que vivía, aunque cuando a veces uno llega de un viaje tan largo, no quiere contar los problemas que tuvo, o donde estuvieron", continúa.
Este allegado del submarinista recuerda que su amigo, de 42 años, tiene una esposa y una hija de diez años.
"La esposa nunca quiso venir a la Base Naval de Mar del Plata, por decisiones propias que cada uno tiene", desliza.
Desde este comando naval, donde el submarino San Juan tiene su apostadero habitual, muchos familiares de los 44 tripulantes aguardan a tener noticias del submarino, cuya llegada se esperaba desde el 19 de noviembre.
"Yo pienso y veo lo que dice la Armada en sus informes oficiales, y creo en lo que dicen, que no van a bajar los brazos nunca hasta encontrarlos", considera.
Después de esos partes oficiales, que tienen lugar dos veces al día, no quiere ver ni escuchar nada más.
"No miro todo lo que se especula después, porque con eso no llegamos a nada", reconoce.
Postura ante la explosión
"Veremos qué será, se va a descubrir cuando encuentren en submarino y se sepa qué pasó", considera Galinguer.
Hasta tanto, añade, sólo hay que esperar a encontrar el submarino, buscado por trece países, entre ellos Rusia, que aporta una aeronave, un buque oceanográfico y un sumergible que puede descubrir objetos en el agua a una distancia de hasta 300 metros.
"No podría dar una información que no tengo y no sé, sólo creo que a cualquier problema que hayan tenido, los tripulantes le habrán buscado una solución", plantea.
Si bien admite que la realidad la conoce, y sabe "que cada vez es más difícil", él espera y cree "en un milagro".
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Aún más esperanzado, Catuogno considera que representa una buena noticia haber detectado el estallido, que tuvo lugar el pasado 15 de noviembre, a las 10.31 hora local (13.31 GMT), a 30 millas naúticas al nor-noreste de la última posición marcada por el buque tres horas antes.
"Lo tomo de la mejor manera, sabiendo que a partir de esa explosión, tenemos un punto desde dónde buscarlos, cuando antes no lo teníamos", evalúa.
Con el San Juan podría suceder algo similar, aventura Catuogno, cuyo padre, el capitán de fragata retirado Luis Catuogno, fue compañero del padre de Bergallo.
Durante la guerra de Malvinas que enfrentó a Argentina y Reino Unido en 1982 por la soberanía de las islas Malvinas (sur), su progenitor participó en las tareas de rescate de los marinos del crucero General Belgrano, torpedeado por un submarino nuclear inglés.
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De sus 1.091 tripulantes, murieron 323, casi la mitad de los argentinos que fallecieron durante todo el conflicto bélico con Reino Unido.
Pero pese a las bajas, los rescatistas decidieron buscar al resto de los sobrevivientes, momento en que se decidió "que hasta la última balsa no se iba a parar".
"A mí no me hubiera gustado que le dijeran a mi padre 'volvete a tu casa, porque no tenemos más esperanza'", reconviene Catuogno.
"Muchas personas piensan que esto está resuelto, pero hasta que no encuentren al submarino, esto no está solucionado, y por tanto, los vamos a seguir buscando", finaliza.
El submarino San Juan, que zarpó desde Ushuaia dos días antes de emitir su última comunicación el 15 de noviembre, es uno de los tres submarinos con los que cuenta la Armada argentina.