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De la mano del café, Colombia tiene el mejor colegio en educación ambiental del mundo

© Foto : Difusión cortesía Ministerio Educación de ColombiaAlumnos de la Institución Educativa Montessori
Alumnos de la Institución Educativa Montessori - Sputnik Mundo, 1920, 14.11.2023
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La Institución Educativa Montessori, sede San Francisco, ganó este reconocimiento gracias a un novedoso programa de aprovechamiento de los residuos del café en una de las zonas que más produce grano en todo el país.
Cuando se habla de café en Colombia el imaginario colectivo va de inmediato al Eje Cafetero, región del centro del país que se hizo famosa no solo por la calidad del grano, sino por las montañas verdes y los extensos cultivos en una tierra de clima agradable y gente pujante.
Sin embargo, en la última década otros territorios productores, y menos conocidos, han llegado a sacar cargas de primerísimo nivel. Es el caso del municipio de Pitalito, en el departamento de Huila (suroccidente), uno de los mejores suelos para tener cafetales y donde la producción ha aumentado a tal punto de que hoy en día, y de acuerdo con los datos de la Federación Nacional de Cafeteros, es el departamento con mayor área cultivada del país (17%).
En este municipio, ubicado 501 kilómetros al suroccidente de Bogotá, está la Institución Educativa Montessori, sede San Francisco, colegio que recientemente fue elegido como el mejor del mundo en acción ambiental.
El galardón fue otorgado por la plataforma educativa T4 Education, que reúne a una comunidad de 250.000 docentes en 100 países del mundo, tras conocer el programa de la escuela colombiana enfocado en la reutilización de los residuos del café, cultivo que en el país se da solo dos veces al año.
"Todo parte de una pregunta: ¿qué se esconde detrás de una buena taza de café? Y con ese cuestionamiento de investigación, pensando en los daños ambientales que hay detrás, el profesor Ramón Majé empezó un proyecto para averiguar qué hacían los productores de la zona con los desechos de la bebida más apetecida en el mundo", le cuenta a Sputnik Élmer Ordóñez, coordinador de la sede San Francisco y quien, de la mano de Majé, impulsó una iniciativa que hoy es reconocida a nivel mundial.
En principio, 45 estudiantes de los dos últimos grados de secundaria formaron equipos para recorrer los cafetales de tres veredas cercanas: San Francisco, Santa Inés y Holanda. Durante los trayectos, los estudiantes, orientados por Majé, fueron tomando datos, entrevistando a los agricultores y conociendo qué se hacía con los residuos o subproductos que deja la producción de café. Esta fue la etapa de diagnóstico.
"Nuestra investigación arrojó que el 95% de estos subproductos eran arrojados a los cuerpos de agua más cercanos, fomentando la contaminación del líquido. La gente no tenía conciencia ambiental. Puede que algunos los utilizaran como abono en los mismos cultivos, pero la mayoría iban a parar a los ríos", agrega Ordóñez.
Majé, utilizando herramientas tecnológicas, empezó a aplicar modelos matemáticos para encontrar una solución. Y se juntó con su colega Jorge Lizcano, profesor de Ciencias Naturales, para mermar el impacto ambiental y buscar remedios productivos para lo que hoy en día ellos denominan coproductos del café.
Así nació Cafelab, un proyecto de sostenibilidad ambiental y tejido social, una revolución educativa que va más allá de las aulas y que busca conectar el conocimiento impartido en las clases con las problemáticas sociales, en este caso y en esta zona del país, con los caficultores. "En otras palabras es el desarrollo de competencias verdes en tiempos de crisis climática", agrega Ordóñez.

¿Qué se hace con los coproductos del café?

La idea se hizo más popular a partir del principio de darle valor a algo que no lo tenía, que los agricultores veían como simples desechos. Entonces, con la cáscara del café, que se conoce como pulpa, el grupo Cafelab se las ingenió para la fabricación de bebidas aromáticas.
Incluso, luego de seguir el esquema de diseño-prototipo-prueba, se las ingeniaron para producir energía. "Hicieron una pila que puede encender una bombilla pequeña. Ahora están trabajando en un condensador, que haga las veces de batería, para generar más. Esto es aprendizaje e innovación constante", apunta Ordoñez.
Otro de los coproductos –antes llamados subproductos – es el mucílago, conocido como la baba, que queda luego de la fermentación de los granos de café. Los estudiantes apelaron a la química para fabricar insecticidas biológicos y abonos para las huertas de los mismos campesinos. El mucílago es uno de los restantes de la producción que más van a dar a las fuentes hídricas.
Luego está el cuncho del café, que es lo que queda luego del filtrarlo para beberlo. "Nuevamente, la química entra en acción y se fabrican jabones exfoliantes, al igual que obras pictóricas, pues este polvo humedecido –si se le quiere decir así– sirve como pintura si se mezcla con otros elementos", señala el educador.
Ya con los tallos del café, se las ingeniaron para fabricar enseres como sillas y mesas que utilizan en los mismos salones clases, y con la cascarilla, luego de rellenar tubos de policloruro de vinilo –usado para tuberías–, se inventaron una especie de briquetas ecológicas, que evitan, en un gran porcentaje, la tala de árboles.
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Según Ordóñez, este proyecto ha beneficiado a más de 6.000 productores de café de la zona y se espera que este número siga aumentando para que el porcentaje de los coproductos arrojados a ríos y quebradas (95%) sea cada vez menor. En Huila, hay 35 municipios cafeteros y unos 85.757 caficultores, según datos del Ministerio de Agricultura.
"Acá no estamos pensando en un sistema productivo a gran escala, sino en un proceso ecológico que nos ayuda a todos. Los estudiantes son comprometidos porque sus mismas familias hacen parte de la comunidad cafetera y cada vez más se concientizan del cuidado del medio ambiente", concluye Ordóñez.
Aunque Cafelab está planeado para que solo estudiantes de secundaria hagan parte del proyecto, la idea de la directiva del colegio Montessori, sede San Francisco, es que dentro de poco los alumnos de primaria empiecen a hacer parte de este novedoso programa que, además de cuidar las aguas, brinda opciones para generar una economía circular y que el café, en su conjunto, sea visto como algo más que una buena taza.
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