Pero no está allí soportando el aire gélido para comprar para ella, sino para una tercera persona. Es su trabajo. Es que, en medio de la crisis generada por las medidas de aislamiento para frenar el COVID-19, la creatividad y la necesidad se han juntado para dar paso a una nueva forma laboral, hasta ahora casi desconocida: compras personalizadas de alimentos y medicinas.
"Es duro, hay que madrugar, adentro es estresante, pero en medio de la falta de trabajo esta es la mejor forma que he encontrado para generar ingresos", comenta Álvarez a Sputnik.
Antes de que el COVID-19 llegara a este país, Álvarez se dedicaba a vender productos de delicateses importados, entre ellos aceite de oliva puro español, pero con la pandemia llegaron las restricciones de movilidad, el teletrabajo y el cierre de los aeropuertos, y también disminuyeron los ingresos de los clientes.
A ella le surgió la idea de realizar compras personalizadas luego de que una vecina de su edificio, ubicado en el norte de Quito, le pidió hace dos meses que le trajera algunas cosas del supermercado pues ella es persona vulnerable y, aunque el comercio queda a unas cuatro cuadras de su casa, no quería tomar riesgos.
Pasillo por pasillo
Esta sui generis compradora comenta que en redes sociales siempre veía comentarios de personas que lamentaban no poder hacer las compras personalmente e incluso preguntaban por empresas que realicen este servicio, así que se lanzó a la aventura y comenzó a ofrecer en esas mismas redes su servicio personalizado.
Álvarez acude al supermercado o farmacia y pasillo por pasillo va buscando cada producto con la especificación recibida. Si no encuentra alguno inmediatamente envía un mensaje a su cliente y le da otras opciones para reemplazarlo.
Lo más complicado de comprar en tiempos de COVID-19 son las verduras y frutas porque en los stands se aglomeran los compradores y tocan cada producto hasta encontrar el de su preferencia.
"Eso es estresante: hay gente que toca todo, toma el producto, lo devuelve, vuelve a tomarlo, y no solo que nos hace pasar tiempo al resto, sino que nos ponen en peligro, por eso trato de comprar las verduras en primer lugar o esperar a que no haya mucha gente y mientras tanto compro los otros productos en los pasillos de alrededor", comenta Álvarez.
Servicio de primera
Karina Trujillo, una de las clientas de Álvarez, dice que el servicio es de primera.
"Es caro; cuesta 20 dólares, pero aunque sea haciendo un esfuerzo lo contrato porque vale cada centavo, y también trato de comprar todo de una vez para no pagar a cada rato, porque no hay cómo", explica Trujillo a Sputnik.
Trujillo vive con su mama, de 75 años y sus dos hijos, de 8 y 14.
"Imagínese el riesgo para mi madre y mis hijos si yo salgo a hacer las compras y vuelvo contagiada. Por eso busco quien lo haga por mí, y gracias a Dios he encontrado una excelente alternativa en Mariana", destaca.
Álvarez no tiene auto, pero vive cerca de una importante cadena de supermercados, una de las preferidas de los quiteños; sale religiosamente todas las mañanas a las 6.35 a hacer fila.
Va armada de una chompa (chaqueta) especial que le cubre la cabeza, un gorro adicional, una mascarilla, gafas grandes y guantes de nitrilo.
Cuando Álvarez llega a casa también cumple su ritual de desinfección personal para no poner en riesgo a su esposo y sus dos niños.
La compra de víveres personalizada, bajo encargo, es una modalidad nueva en Ecuador, pero que en tiempos del COVID-19 va tomando cuerpo pues provee de recursos a quien la emprende y ayuda a quienes no pueden o no quieren realizar personalmente las compras, pero buscan un sistema seguro, que además les permita escoger marcas y productos preferidos.
El supermercado es uno de los pocos lugares abiertos al público en varios estados y estos son visitados por miles de personas diariamente. Aquí te damos unos tips a tener en cuenta durante tu próxima visita al mercado.
— Sputnik Mundo (@SputnikMundo) April 29, 2020
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¿Este sistema perdurará en el tiempo? Nadie lo sabe, lo que sí es seguro es que mientras dure la pandemia habrá clientes, aunque cada vez menos por la difícil situación económica, en un país donde ya miles han perdido su empleo durante los dos meses que lleva la cuarentena.