El 9 de junio un grupo de hombres armados atacó una aldea ubicada en la parte central del país dejando 95 muertos.
"Moscú condena firmemente esta nueva atrocidad contra la población civil e insta a los malienses a renunciar a la violencia y a superar los conflictos civiles exclusivamente de una manera no violenta", dice el comunicado del organismo diplomático ruso.
Según el ministerio, el asalto tuvo lugar "en el contexto de frecuentes enfrentamientos entre varios grupos étnicos en el país".
De acuerdo con la ONU, el número de las víctimas provocadas por tensiones étnicas en Malí solo en 2018 ascendió a unas 500 personas, señaló la Cancillería.
En este sentido el organismo ruso destacó la importancia de lograr que "toda la sociedad de Malí se centre en las tareas de lograr la reconciliación nacional y la armonía como una base para lograr una paz estable".
La crisis en Malí se desencadenó en 2011, tras el derrocamiento de Muamar Gadafi en Libia, cuando el territorio maliense fue invadido por numerosos refugiados tuaregs.
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Tras ocupar las zonas del norte de Malí, los tuaregs proclamaron el Estado independiente de Azawad, pero más tarde fueron expulsados de estos territorios por los grupos armados.
La ONU desplegó una misión en el país en 2013 para estabilizar la situación.
