Los protagonistas de esta historia fueron dos gatos siameses que vivían en la Embajada de los Países Bajos en Moscú. Los felinos consiguieron descubrir hasta 30 micrófonos colocados por los servicios de inteligencia soviéticos en el edificio, según informa el medio Montreal Gazette.
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En un primer momento, los empleados de la legación pensaron que los gatos habían detectado el olor de algún ratón, pero después descubrieron que lo que les había hecho reaccionar así fue el sonido de unos micrófonos cuya frecuencia es imperceptible para el oído humano.
Una vez descubierta la estratagema, los holandeses, en lugar de reclamar al Gobierno soviético, decidieron usar aquel sistema de escuchas en beneficio propio. Según informa el medio, en una ocasión, los diplomáticos holandeses mantuvieron una conversación sobre los supuestos problemas de alcantarillado que tenía el edificio y, para su sorpresa, al día siguiente, unos operarios aparecieron en la zona para arreglarlo.