El incremento de la actividad de los militares estadounidenses en todo el mundo y el miedo a una nueva guerra nuclear han llevado, sin embargo, a que la población de EEUU decidiera abrirse camino bajo tierra, tal y como hicieron sus abuelos durante lo peor de la Guerra Fría.
Así, Clyde Scott, fundador de la empresa Rising S Bunkers, de la ciudad de Murchison, afirma que sus confortables refugios antinucleares gozan de tanta popularidad que, actualmente, tiene que trabajar horas extras debido al alto número de pedidos.
"Incluso aunque contrate a 30 empleados y trabaje los siete días de la semana durante 24 horas diarias, no seré capaz de satisfacer la demanda", indicó el hombre.
Los búnkeres más simples y baratos tienen la forma de una construcción subterránea de acero de 100 metros cuadrados, y cuestan alrededor de 45.000 dólares. Según señala el propio Scott, el tipo de refugio más popular es el de 500 metros, que cuesta unos 120.000 dólares y es capaz de albergar a una familia de cuatro miembros.
A pesar de que la lista de clientes de Scott es anónima, el empresario afirma que entre ellos no solo figuran algunas celebridades del mundo del deporte y de los negocios, sino también gente común y corriente.
"Vendo mis búnkeres tanto a multimillonarios como a ciudadanos de a pie", concluyó.