Cuando Vanessa Fleita egresó de la Escuela Nacional de Danza con la medalla premio Elena Smirnova como reconocimiento a su destacado desempeño, no imaginaba aún que protagonizaría algunos de los principales ballets del repertorio clásico dirigida por uno de los bailarines más prestigiosos del mundo.
Este año, Fleita se pone en la piel de Catalina II de Rusia por segunda vez.
El espectáculo, del coreógrafo ruso Boris Eifman y con música original del alemán Ludwig van Beethoven y del bohemio-austriaco Gustav Mahler, se ubica en el siglo XVIII para repasar los ardides de Catalina la Grande con el objetivo de imponerse como regente de su hijo, el príncipe Pablo Romanov. Él es el "Hamlet ruso" por las similitudes que tiene con el protagonista del clásico shakespeariano.
"Muchas facetas lo equiparan a Hamlet: la gran búsqueda del ser o no ser, si se rebela o no contra la madre, si sigue en sus juegos de niño. El coreógrafo propone representar la historia verdadera y también una mirada profunda sobre la psiquis de este Hamlet que sería Pablo", explica Fleita.
La obra también trata el asesinato del zar Pedro III, derrocado con un golpe de Estado y cuyo posterior homicidio nunca fue resuelto, si bien versiones históricas se lo han adjudicado a su esposa Catalina.
Fleita cuenta que, para preparar su papel, leyó tanto el clásico de William Shakespeare como biografías históricas de Catalina. No obstante, aclara que si bien el ballet se basa en la figura real de la emperatriz, se concentra en ciertos aspectos de su personalidad. "Ella es presentada como una madre a la que lo único que le interesa es el trono y está totalmente ajena a su hijo. En la realidad, cuando nació Pablo ella lo tuvo en brazos solo unos minutos, casi no tuvo contacto. No es que sienta odio; es simplemente indiferencia, y ocuparse de que no la moleste en su poderío", dice, aunque admite que esa indiferencia aparece "muy exaltada" por la constante búsqueda de Pablo. "Está resaltada la necesidad de amor que tiene el hijo, lo que hace más notorio el rechazo. Y la obra resalta también la ambición de poder de Catalina, que es capaz de hacer cualquier cosa por mantenerse ahí".
En el espectáculo también se expone la relación de Catalina con sus amantes. "Cuando ella se casó no era feliz y eso es conocido históricamente. Después de muchos años, le dieron el okey para que tuviera amantes porque tenía que concebir un heredero. Ahí descubre ese mundo y lo hace parte de su vida, y esto aparece en el ballet: ese descaro para elegir a sus favoritos, a quienes después les daba cargos de poder".
Más allá de la carga dramática, el espectáculo requiere una gran preparación física de los bailarines. Según describió el propio Julio Bocca —quien bailó como figura invitada en diferentes puestas que la compañía del propio Eifman hizo en Nueva York, Buenos Aires y San Petersburgo-, exige movimientos distintos a los que un bailarín está acostumbrado.
Para Fleita, la puesta del coreógrafo ruso busca "crear el paso desde la intención". "Si bien su línea no es la clásica pura, tiene un estilo único que se entiende. El bailarín transmite la intención con una estética que sí sigue líneas, aunque no son las típicas clásicas", dice, y explica que para un bailarín que desde la formación entrena haciendo una serie de pasos secuenciales, una obra de este tipo presenta sus desafíos. "Tiene que hacer el mismo paso pero al revés o con una contorsión que no es a la que está acostumbrado. Eso hace que uno tenga que ser dúctil, porque no es un dictado de pasos que ya conocemos. Tenes que mirar, resolver y también, según tus posibilidades físicas, adaptarte, porque las comunicaciones entre un movimiento y otro implican una plasticidad muy grande. Es un reto sobre todo para los que hacen de Pablo; es impresionante su coreografía".
La impredecibilidad de la obra, tanto a nivel dramático como técnico, genera una fascinación en el público, que asiste "maravillado" a casa paso, asegura la primera bailarina. "Muchas veces, bailando en el escenario, siento la atención y el respeto por lo que están mirando. Quedan conmocionados por lo que ven. Realmente la historia llega a conmover. Creo que si esta obra no conmueve es porque no está bien ejecutada".
Luego de sus funciones en Montevideo, el Ballet Nacional del Sodre llevará el Hamlet Ruso al teatro Ópera de Buenos Aires, del 10 al 13 de mayo próximo.