En concreto Younger advirtió sobre supuestos peligros que acechaban a Gran Bretaña y sus aliados de Europa occidental.
Las mismas fuentes afirman que los datos que proporcionó Steele permitieron "vigilar a los hackers fuera de Rusia y en Europa del Este que el Kremlin pudo utilizar en su operación en EEUU".
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El periódico señala que el exagente británico se centró en su investigación, financiada al principio por un miembro del Partido Republicano y posteriormente por los partidarios de Hillary Clinton, en dos líneas: la posibilidad de un chantaje a Trump y la presunta injerencia de Rusia en las elecciones estadounidenses.
La CIA, el FBI y la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) presentaron el 6 de enero un informe en el que acusaron a Rusia de haber intentado influir en las elecciones presidenciales del 8 de noviembre, pero se negaron a proporcionar pruebas.
Estos organismos sacaron sus conclusiones sobre las presuntas "operaciones secretas de Moscú" basándose en reportajes de la televisión rusa y mensajes en las redes sociales.
Casi la mitad del informe estuvo dedicado a la cadena televisiva RT y la agencia de noticias Sputnik.
Más tarde, la CIA acusó a Moscú de haber vulnerado meses antes los servidores del Partido Demócrata para favorecer al entonces candidato republicano y ahora presidente electo Donald Trump.
A este respecto, el presidente ruso Vladímir Putin puntualizó que las filtraciones publicadas en WikiLeaks tras los hackeos no benefician a Moscú, y que la histeria en torno a las mismas se azuzó para desviar la atención de su contenido, en particular de cómo el Comité Nacional del Partido Demócrata favoreció a Hillary Clinton en las elecciones primarias y buscó desacreditar a su principal rival, el senador Bernie Sanders.