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Ese mismo presidente que para vergüenza del comité noruego recibió el Premio Nobel de la Paz ha involucrado directa o indirectamente a su país en más conflagraciones y conflictos que todos sus antecesores desde la segunda guerra mundial. Su hipocresía y dotes histriónicas lo llevaron a derramar lágrimas cuando presentaba sus propuestas respecto del control de armas en un Congreso de mayoría republicana que ha rechazado una y otra vez tales medidas. Debería aceptar que las dos cámaras del parlamento estadounidense cayeron en manos de los sectores más reaccionarios y retrógrados del país, precisamente por la ambigüedad característica de sus decisiones.
En el trasfondo, persiste en la elite estadounidense una acendrada idea respecto de una supuesta "excepcionalidad" de su país en torno a la cual, demócratas y republicanos no se diferencian. Hace cincuenta años el sociólogo y profesor emérito de la Universidad de California en Berkeley, Robert Bellah explicaba que la separación de iglesia y Estado en su país, no ha privado a la clase política de una dimensión religiosa que hace que Estados Unidos sienta la obligación de "materializar la meta trascendente de hacer valer la voluntad de Dios en le Tierra". La Declaración de Independencia contiene cuatro referencias a Dios y el primer discurso de George Washington como presidente está invadido de terminología religiosa, sin hacer referencia a ningún culto en particular, ni siquiera al cristiano.
Esto es lo que explica que el tema se haya transformado en ámbito de debate entre las potencias. Estados Unidos pretende sustentar su supremacía en esa "excepcionalidad divina" que le permite identificarse a sí mismo, pero sin lograr que el mundo lo acepte como superior. En esa necesidad de auto afirmación, el presidente Obama, acaba de aseverar en su discurso ante el Congreso, el pasado 12 de enero, que "la gente en el mundo no busca en Moscú o Beijing un liderazgo, nos mira a nosotros". Antes, en septiembre de 2013 al acusar al gobierno de Siria de usar armas químicas ilegales, lo cual como casi siempre nunca pudo demostrar dijo que "…cuando con modesto esfuerzo y riesgo, podemos lograr que los niños dejen de ser atacados con gas hasta la muerte y poner a nuestros propios hijos más seguros a largo plazo, creo que debemos actuar. Eso es lo que hace diferente a Estados Unidos. Eso es lo que nos hace excepcionales". Nunca la idea de excepcionalidad ha venido de opiniones externas, sino de autoalabanzas propias de mentes religiosas extremistas y fanáticas, que solo sirven para justificar la invasión, la destrucción y el exterminio de países y pueblos en todo el mundo.
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En aquella ocasión, su demencial alocución fue respondida por el Presidente ruso Vladimir Putin, quien en un artículo publicado en el New York Times en fecha tan simbólica como el 11 de septiembre de ese año 2013, señalaba su desacuerdo con la idea de excepcionalidad estadounidense manifestada por Obama. A juicio de Putin, "es extremadamente peligroso animar a la gente a verse como algo excepcional, sea cual sea la motivación". Putin recordó que "Hay países grandes y pequeños, ricos y pobres, los que tienen una larga tradición democrática y aquellos que aún están buscando su camino hacia esa democracia. Sus políticas son diferentes también. Todos somos diferentes pero cuando pedimos la bendición de Dios no debemos olvidar que nos creó a todos iguales".
Putin volvió al tema durante su discurso en el 70° período de sesiones de la Asamblea General de la ONU en octubre del año pasado al refutar la opinión de su colega estadounidense en ese mismo escenario cuando exaltó el papel de Estados Unidos en Ucrania, Libia y Siria, países en los que la presencia directa o indirecta de Estados Unidos ha gestado verdaderos desastres humanitarios de consecuencias aún incalculables. El presidente ruso dijo que no podía evitar preguntarle a quienes causaron esa situación si se daban cuenta lo que habían hecho, y él mismo se respondía "…me temo que nadie va a contestar eso. En realidad, las políticas fundamentadas en la vanidad y la creencia en la excepcionalidad e impunidad (…) nunca han sido abandonadas".
En América Latina y el Caribe se conoce de sobra y se ha sufrido la excepcionalidad de Estados Unidos o lo que Tucker denomina "principios fundamentales de la libertad humana". Ellos han venido acompañados de intervenciones militares y apoyo a golpes de Estado con su consabida secuela, de muertos, desaparecidos, torturados y exiliados. Su soporte ha sido la aplicación de modelos neoliberales que han conducido a extraordinarios procesos de exclusión y deterioro social. En realidad Estados Unidos ha fomentado la idea de ser un país excepcional para actuar ilegalmente fuera de sus fronteras amparado en una supuesta misión celestial que nadie le ha dado. Eso explica que en su visión infinita, hace casi doscientos años el Libertador Simón Bolívar nos alertara con su premonición "Los Estados Unidos parecen destinados por la providencia para plagar la América de miseria en nombre de la libertad".
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
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PUBLICADO POR SERGIO RODRÍGUEZ GELFENSTEIN