En un mes han perdido la vida al menos 61 palestinos (un tercio de ellos autores de ataques o presuntos ataques), diez israelíes y un eritreo.
Algunos palestinos afirman que se encuentran ante el inicio de una tercera intifada, pero otros apuntan que se trata solo de otra espiral de violencia cíclica causada por la ocupación. Desde que se creó el Estado de Israel hace 67 años ha habido conflicto, violencia y represión.
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"El efecto psicológico que pesaba en la generación del (presidente palestino) Mahmud Abás, ha desaparecido. Los jóvenes han perdido el miedo, no tienen esperanza y quieren un cambio. Ven que hay otra vida en el mundo y quieren vivirla, pero los israelíes se lo impiden ", explica Khatib.
La nueva generación de palestinos, la de los más jóvenes, parece estar dispuesta a lanzarse nuevamente a la lucha.
De momento, las acciones palestinas —que empezaron con mucha fuerza en Jerusalén y ahora se concentran en la zona de Hebrón (territorio palestino ocupado de Cisjordania)- no están organizadas ni articuladas por ninguna facción.
Los brazos armados de algunas formaciones palestina —muy activos durante la segunda intifada- quedaron prácticamente desmantelados y algunos de los que pertenecieron a fuerzas afines a Al Fatá, el movimiento liderado por Abás, acabaron integrándose en los servicios de seguridad palestinos.
El analista palestino independiente Omar Barghouti manifestó a Sputnik Nóvosti que la ola de violencia es fruto de la continuidad "del régimen de ocupación colonización y apartheid de Israel". Según este analista, "la represión y la violación de los derechos humanos en Israel han alcanzado nuevos niveles".
Los colonos siguen quemando y robando cosechas y agrediendo a campesinos palestinos. El tipo y el nivel de ataques han ido agravándose y en los últimos dos años se ha disparado. Incendian propiedades palestinas, incluidas casas, y han cometido asesinatos que, por ahora, han quedado impunes.
También ha aumentado la violencia de israelíes judíos extremistas que no son colonos contra palestinos. En muy pocos casos se ha castigado. Y el nuevo Gobierno del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, con un gran número de miembros de la ultraderecha, no parece muy proclive a contener a los extremistas sino más bien a dejarlos hacer.
A la Explanada de las Mezquitas, los judíos la llaman Monte del Templo porque allí estaban sus templos destruidos en el pasado, y los musulmanes, Noble Santuario.
A este recinto puede acceder todo el mundo, pero la oración está reservada a los musulmanes. La Explanada se encuentra en la parte este de Jerusalén, ocupada por Israel desde 1967 y anexionada en 1980.
La tensión en este complejo, que concentra el conflicto entre israelíes y palestinos y entre musulmanes y judíos, determina muy a menudo el aumento de la violencia en general, en Jerusalén y en el resto de Palestina e Israel.
Para que la situación que se vive ahora pueda convertirse en una tercera intifada sería indispensable el apoyo de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) a esta última ola de protestas, disturbios y ataques. Pero la ANP no parece dispuesta a implicarse.
Abás advirtió, en el discurso que pronunció el pasado 30 de septiembre en la Asamblea General de la ONU, que los palestinos no podían seguir comprometiéndose más a respetar los acuerdos de paz de Oslo —firmados en 1993-, si los israelíes seguían violándolos. Pero este anuncio no significa que esté dispuesto a apoyar una nueva intifada.
La ANP y Abás tienen poca credibilidad entre los palestinos. Las últimas encuestas muestran que el 65 por ciento de los palestinos querría que su presidente dimitiera.
Pero a pesar de que están hartos de sus líderes y del statu quo impuesto por Oslo, y tal vez querrían sublevarse contra la ANP, muchos palestinos no ven una alternativa clara ni mejor o no se sienten suficientemente fuertes para hacer la revolución interna. Tampoco se ven capaces de afrontar otra intifada que les supondría un precio muy alto en vidas.