Cuando Elena Ermakova vio una publicación en las redes sociales de que se buscaba a un nuevo amo para una ardilla que se había perdido en las calles de Novosibirsk, enseguida decidió acogerla en su propia casa.
Su marido y ella decidieron llamarla Sonia. Hasta que Sonia no cumplió cuatro meses, la mujer se la llevaba al trabajo. La ardilla se sentaba en su bolsillo o en la capucha.
"No iba a ningún sitio sin ella. Íbamos a la ciudad, no sentábamos en un café. Yo me convertí en su mamá", aseveró Ermakova.