Desde perros hasta peces, pasando por pájaros, hurones y conejos, han hecho cola junto a sus amos para ser bendecidos. A muchos de ellos se les veía tiritando. Más bien por el frío de la mañana y por la cantidad de gente a su alrededor que por los nervios al recibir la bendición de rigor.
Sus dueños, algunos de ellos con la familia al completo en la puerta del templo, piden para sus mascotas lo mismo que para sus seres queridos: salud y muchos años de vida.
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