Nicolás II se convirtió así en el último zar de la dinastía Románov, que se mantuvo en el poder durante poco más de 300 años, después de haber sido establecida en Moscú en 1613 cuando Miguel I, hijo del patriarca Filareto, fue coronado 'emperador y autócrata de todas las Rusias'.
La caída de Nicolás II puso fin también a varios siglos de Monarquía en Rusia, que fue remplazada inicialmente por el Gobierno de los bolcheviques y, en 1922, por la Unión Soviética (URSS).