De acuerdo con el medio, el objetivo de estos implantes es sustituir a las tarjetas de identificación de los empleados, lo que les permite entrar en la oficina, así como acceder a su ordenador. Cada chip subcutáneo tiene el tamaño de un grano de arroz y cuesta unos 100 euros.
"Nadie está obligado. Se trata de un proyecto voluntario. La idea proviene de un empleado que a menudo se olvidaba de su tarjeta", según declaró el presidente de la empresa, Vincent Nys, a la cadena belga VRT.
Los chips de este tipo se utilizan desde hace varios años en EEUU, sin embargo, están prohibidos en los estados de Wisconsin y California. El hecho es que los expertos en medicina todavía no han llegado a un consenso con respecto a la influencia del chip en la salud humana.