A pesar del resultado fatal de este atentado, no fue el único perpetrado contra Bhutto. El primer ataque tuvo lugar a comienzos de su primer mandato, entre 1988 y 1990. Los servicios de seguridad encontraron y neutralizaron una bomba en el aeropuerto desde donde despegaría su avión. En aquel entonces, la Inigualable —como se traduce el nombre de Benazir de la lengua persa— no resultó herida.
Durante el segundo atentado, perpetrado luego de su segundo mandato y tras ocho años de exilio forzado en el extranjero, Bhutto no tuvo tanta suerte. En octubre de 2007, Benazir regresó a su patria en un avión procedente de Dubái que aterrizó en la ciudad de Karachi, donde se encontraba la residencia familiar de Bhutto.
Bhutto acusó al líder de la organización terrorista Al Qaeda, Osama bin Laden, de ser su enemigo número uno y de estar detrás de los atentados. Durante mucho tiempo, la política combatió a los islamistas radicales en Pakistán, razón por la que Osama bin Laden prometió pagar un premio de 10 millones de dólares por su cabeza.
El tercer atentado, organizado en la ciudad de Rawalpindi, resultó mortal para la política pakistaní. Según una versión, dos motociclistas abrieron fuego contra el todoterreno de Bhutto cuando intentaba asomarse desde su ventanilla para saludar a la muchedumbre. Según la otra, en el momento de su asesinato, Bhutto estaba entre la gente, rodeada por sus guardaespaldas. Un joven que hablaba por teléfono se acercó a ella y antes de detonar los explosivos disparó con una pistola en el pecho y en el cuello de la ex primera ministra.
"La única cosa se sabe hasta la fecha con la certeza es que el 27 de diciembre de 2007, Benazir Bhutto no llevaba un chaleco antibalas. Se había preocupado más por la elegancia de su figura, que por su propia vida. Esta bella mujer continuó siendo bella hasta en su propia muerte", señala la periodista rusa Olga Bugrova.