Los cubanos no viven con frecuencia este tipo de eventos meteorológicos, por eso muchos desconocen sus características. Otras personas también aseguraron que sintieron el sonido de un avión acompañado de "una gran explosión".
A las seis de la tarde de aquel 26 de diciembre, en el centenario de las Charangas de Bejucal, una tradicional fiesta popular, los vecinos vieron ante sí lo que prometía ser una catástrofe en toda su dimensión.
Los vientos superaron los 220 kilómetros por hora y fueron tan destructivos que el poblado se vino abajo provocando el pánico. La masa de aire recorrió siete kilómetros, con un ancho de 500 metros, según el diario Granma.
El siniestro dejó 13 muertos y 250 heridos, además de destruir las viviendas y hasta el hogar de ancianos del pueblo, donde falleció una monja que atendía el lugar.
En honor a las víctimas, el Ayuntamiento erigió un obelisco donde cada año se recuerda este aniversario.
La Habana, que este año se prepara para celebrar el 500 aniversario de su fundación, resultó "elegida" por la naturaleza para tamaña desgracia. Aunque, según aclaró Rubiera, los habaneros pueden estar tranquilos, ya que a corto plazo este evento "no puede repetirse".
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