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México honra al científico ruso que descifró la escritura maya

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Una escultura del destacado lingüista, epigrafista y etnólogo ruso Yuri Knórozov ha sido inaugurada en la ciudad mexicana de Mérida. La ceremonia tuvo lugar en el marco de la Feria Internacional de la Lectura Yucatán (FILEY 2018).

El monumento es obra del escultor mexicano Reynaldo Bolio Suárez y se encuentra a la entrada de la sala de congresos Siglo XXI, al lado del Gran Museo del Mundo Maya. La escultura está inspirada en la famosa fotografía de Yuri Knórozov en la que aparece con su gata Asia, a la cual siempre trató como coautora de su descubrimiento.

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Este año, la Federación de Rusia fue la invitada de honor de FILEY 2018 y abrió un pabellón propio para el foro. La historiadora y antropóloga Galina Yershova, recordó que la civilización maya siempre fue una de las mayores pasiones de Knórozov, por sus profundos conocimientos científicos, su complejo modelo del universo, enormes ciudades, hermosos templos, pirámides y textos jeroglíficos.

"Gracias a Yuri Knórozov, los jeroglíficos, que permanecieron callados durante 500 años, comenzaron a hablar, revelando el fascinante mundo de los antiguos mayas. Se pudieron leer sus textos, no solo de los códices, sino también las obras de plástica menor, las construcciones y vasos de cerámica, una verdadera hazaña científica", expresó Yershova en la ceremonia de inauguración.

Genio rebelde

La insistencia y pasión con la que Yuri Knórozov se enfrentaba a las dificultades estaban presentes en su carácter desde la infancia. El pequeño Yuri nació el 19 de noviembre de 1922 en una familia de intelectuales. Todos sus hermanos se dedicarían con el tiempo a diferentes campos del saber y recibirían premios gubernamentales por sus aportes científicos.

​Hablando sobre sus días en la escuela, Knórozov recordaba cómo lo querían expulsar por su carácter rebelde. No obstante, las notas en su certificado de graduación apuntan que terminó la escuela con excelentes calificaciones.

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En 1939, Knórozov comienza sus estudios en la facultad de historia de la Universidad Estatal de Járkov (actual Ucrania). Pero, en 1941, la Segunda Guerra Mundial llegó a la Unión Soviética y el joven Yuri no logró culminar sus estudios. El rápido avance del Ejército alemán separó a su familia: su padre y hermanos fueron evacuados junto a la mayor parte de la población civil. Sin embargo, el joven Knórozov prefirió cruzar el frente de guerra y regresar bajo la ocupación nazi para encontrar ahí a su madre y hermana, que no habían logrado escapar.

Ese acto de desobediencia en plena guerra le jugaría una mala pasada en su posterior carrera como científico.

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Solo en 1943, con la avanzada de las tropas soviéticas, Knórozov volvería a cruzar el frente de guerra junto a su madre y hermana para reunirse con el resto de su familia en Moscú. En la capital, Yuri ingresó en la facultad de historia de la Universidad Estatal de Moscú, en donde conoció las publicaciones del historiador Paul Schellhas, quien concluía que era imposible descifrar el alfabeto maya.

Cómo entender la escritura maya

La especialización de estudios de Yuri Knórozov era el chamanismo, pero el tema de la escritura maya fue el que captó la mayor parte de su tiempo libre.

En la universidad, el joven estudioso tradujo del antiguo español la 'Relación de las cosas de Yucatán', un trabajo que el misionero Diego de Landa escribió alrededor de 1566 y que trataba sobre la vida de los mayas en tiempos de la conquista española. Se considera que los símbolos mayas recopilados en la obra fueron anotados con ayuda de Gaspar Antonio Xiú, un noble y escritor maya que recibió una educación europea y fue aceptado en la sociedad española.

Yuri Knórozov comprendió que los símbolos mayas apuntados en la obra no corresponden al sonido de las letras, sino a su nombre: 'equis', 'ele', 'uve', etc. Esta fue la llave que le permitió leer algunos símbolos de los manuscritos mayas. No obstante, el proceso de descifrado completo le tomó varios años.

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En ese tiempo, Knórozov culminó sus estudios, pero no le permitieron continuar trabajando en la universidad. Le recordaron entonces que en los tiempos de la guerra había escapado en dirección hacia la ocupación nazi. Entonces, Yuri Knórozov se mudó a Leningrado (actual San Petersburgo), donde vivió el resto de su vida como trabajador científico del Museo de Antropología y Etnografía de la Academia de Ciencias.

Sin embargo, rápidamente el logro de Knórozov llegó a oídos del mundo entero. En 1956, la Academia de Ciencias lo envió al congreso mundial de americanistas, celebrado ese año en Copenhague (Dinamarca). La presentación de su trabajo causó todo un revuelo en la comunidad científica: muchos no concebían que un joven y desconocido ruso, en la oscuridad de su habitación y sin siquiera haber estado en México, hubiese logrado hacer aquello a lo que otros habían dedicado su vida entera, sin resultado alguno.

"Yo soy un científico de despacho. Para trabajar con los textos no es necesario retozar sobre las pirámides", ironizó Knórozov durante toda su vida.

"Soy mexicano de corazón"

Durante la época soviética, a Knórozov siempre le recordaron su actitud desobediente durante la guerra y rara vez le permitieron abandonar el país. No fue hasta 1989, con el deshielo, cuando pudo viajar a Guatemala por invitación de su entonces presidente, Vinicio Cerezo. El jefe de Estado le otorgó al científico ruso la Medalla Presidencial y le organizó un viaje por los yacimientos arqueológicos de los tiempos mayas.

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Durante el viaje, Knórozov repetía una y otra vez que conocía muy bien antiguos centros urbanos mayas, estudiados gracias a las publicaciones a las que tenía acceso. Sin embargo, una vez vista con sus propios ojos la ciudad de Tikal, el científico de 67 años se subió a su pirámide y durante un buen tiempo permaneció en su cúspide sin pronunciar una sola palabra.

En 1995, Yuri Knórozov recibió la Orden Mexicana del Águila Azteca, la más alta distinción que se les otorga a los extranjeros en México. Al recibir la conmemoración, el científico proclamó en español: "Soy mexicano de corazón".

Desde entonces, Knórozov visitó ese país en varias ocasiones y tuvo la oportunidad de conocer en persona sus lugares más añorados: Palenque, Bonampak, Yaxchilán, Chichén Itzá, la Venta, Monte Albán, Teotihuacán, Xochicalco.

Yuri Knórozov murió un 30 de marzo de 1999. Para su último adiós, además de los seres más cercanos, acudieron personas del ámbito científico mundial, políticos y celebridades. Su cuerpo yace en uno de los cementerios de San Petersburgo y su nombre lo lleva el Centro de Estudios Mesoamericanos de la Universidad Estatal Rusa de Humanidades.    

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