"En 1985 pasé 13 días en Rusia, que en aquel entonces se llamaba oficialmente Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Pero la llamaré Rusia, para que sea más cómodo. Viajé con otras 100 personas (…) Después de 32 años, durante los cuales pasaron numerosos cambios radicales, regresé allí. (…) Vi una Rusia absolutamente diferente", escribe el periodista.
Recordando su primera visita a la URSS, Wohlstetter señala que el primer fenómeno que notó fueron las colas.
Impresiones de la URSS
"Llegamos a nuestro hotel 'Moskva' (en Leningrado) y estuvimos más de una hora para alojarnos a pesar de que había muchos recepcionistas", cuenta al agregar que los hoteles de aquel período estaban lejos de los estándares occidentales.
"Una persona de constitución física normal apenas podía caber en su cama", recuerda.
Según el reportero, otro problema era que el personal del hotel casi no hablaba inglés.
Wohlstetter calificó de sucios y poco cómodos los aeropuertos y trenes soviéticos. Sin embargo, el metro de Moscú le dejó muy buenas impresiones. Según él, los frescos en los techos del metropolitano, los mosaicos y las columnas de mármol le produjeron a los estadounidenses "una impresión inolvidable".
"¡Y nada de graffiti!", subraya.
Pero lo que le dejó las sensaciones más positivas fue la gente soviética. Recuerda que una cajera anciana de uno de los teatros le ayudó inesperadamente a cambiar un asiento incómodo a otro de donde se veía perfectamente el escenario.
"Me fui de Rusia con sensaciones bastante positivas hacia la gente soviética", reconoce.
Impresiones de 2017
En 2017, regresó a Rusia y se dio cuenta inmediatamente de que se encontraba en un país absolutamente diferente. Lo primero que le llamó la atención fue la diferencia entre el aeropuerto Sheremetyevo de 1985 y el Domodedovo actual.
"Domodedovo es moderno (…), limpio y espacioso", explica.
Los hoteles rusos cambiaron también. Esta vez se alojó en 'Four Seasons' en Moscú y quedó "bien sorprendido" de que en cada piso no había más "guardias de turno", que más parecían vigilantes de una cárcel.
Además, el periodista remarca algunos cambios entre los estadounidenses y los rusos. Pone de ejemplo el concierto de música clásica, después del cual el público ruso había esperado en silencio un par de minutos antes de empezar a aplaudir a la orquesta.
"La gente quedó en silencio, absorbiendo la música que acababa de escuchar. No sentí ni un susurro. El público americano es apenas capaz de ello", describe sus emociones.
Wohlstetter menciona que los rusos son personas comunicativas, "nos rodeaban las sonrisas", comenta.
"Los rusos ya han dado un paso impresionante", concluye.