El milagro de la licuefacción ocurre tres veces al año durante ceremonias solemnes. En el transcurso de las mismas, en la catedral de la ciudad italiana de Nápoles, se extrae un recipiente hermético con una sustancia resecada y se coloca cerca de un relicario al lado de la cabeza del santo.
Los católicos de todo el mundo creen que esta sustancia representa la sangre del martirio y, si al pasar un tiempo no se convierte en líquido, eso presagia que pronto el mundo podría ser azotado por cataclismos tanto naturales como sociales.
Aunque el vínculo entre este presagio y las desgracias parezca un tanto irreal, la historia de la humanidad conoce varios casos en los que el milagro no ocurría y el mundo se veía agitado por el caos.
Así ocurrió en 1939, antes del inicio de la II Guerra Mundial; en 1944, antes de la última erupción del monte Vesubio; y en 1980, antes de que un enorme sismo sacudiera el sur de Italia.
De acuerdo con esta lógica, el 2017 será un año muy difícil.
San Jenaro fue un obispo y mártir que vivió a finales del siglo III d.C. En el año 305, el religioso fue encarcelado y ejecutado junto con sus compañeros de lucha.
