Hoy en día introducir líquidos en un avión puede convertirse en todo un rompecabezas debido a la necesidad de ajustarse a los estrictos límites que pesan sobre los jabones, desodorantes o bebidas que a muchos les gustaría llevar consigo.
Para entender qué es lo que hace a los controles de seguridad de los aeropuertos recelar tanto de los líquidos tenemos que remontarnos a 2006. En aquel año, en el aeropuerto londinense de Heathrow (Reino Unido), el personal de seguridad se llevó una desagradable sorpresa al comprobar que varias personas llevaban un equipaje sospechoso que pretendían introducir en diferentes vuelos.
La Policía británica detuvo a 24 personas por tratar de subirse a aviones con destino a ciudades de EEUU y Canadá con líquidos explosivos camuflados como refrescos.
De haber prosperado estos planes, miles de vidas se habrían perdido en ruta sobre el Atlántico; se habrían producido muertes de civiles "a una escala sin precedentes", declaró el ministro de Interior del Reino Unido de aquel entonces.
Es por eso que, a raíz del grave incidente, la Unión Europea adoptó una regulación para restringir la cantidad de líquido permitida a bordo y países como EEUU, Japón, Rusia, Singapur y tantos otros adoptaron medidas similares (la cantidad permitida se situó finalmente en 100 mililitros por pasajero).
Desde entonces, ante esto solo queda buscar alternativas sólidas a los líquidos que se desea transportar, con las opciones sólidas de jabones, desodorantes, cremas y otros productos existentes o redistribuyendo los líquidos en recipientes más pequeños.